Opinión

Presencia económica

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OJOS AL MUNDO

Siendo la economía una ciencia social que pone el acento en el ser humano, ¿cómo ignorar la crudeza del hambre y la cotidianidad de la pobreza que agobia  a miles de millones de personas que habitan en el globo terráqueo?

 La población mundial ronda los 6 mil 700 millones de personas. Duele tomar conocimiento de una irrebatible: más de las dos terceras partes de la humanidad vive en medio de serias limitaciones económicas.

 La  Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ofrece datos conmovedores e indignantes imprescindibles para comprender el drama del hambre y la pobreza a escala planetaria.

¿Sabía usted que unos 2 mil 700 millones de personas disponen de tan sólo dos dólares diarios para “cubrir” impostergables necesidades cotidianas? ¿Cómo sobreviven alrededor de 1 mil millones de seres humanos con apenas 1 dólar al día?

No se puede dormir en paz  con Dios y la conciencia tranquila cuando en los países pobres se van a la cama sin probar un bocado de pan no menos de 320  millones de niños y 525 millones de adultos duermen acompañados del hambre.

Tanto el Banco Mundial (BM) como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) recogen en sus bases estadísticas cifras vergonzantes para la humanidad. La crisis económica evidenciada desde el 2007 (y que todavía muestra sus impacto) ha incrementado la tasa mundial de desempleo.

 

La Organización Mundial del Trabajo (OIT) afirma que la tasa de desempleo ha aumentado en el globo terráqueo. Se habla de un desempleo mundial aumentado en unos 240 millones de personas durante la crisis 2008-2010, los cuales se encuentran limitados en la disponibilidad de ingresos y capacidad para ir al mercado en busca de bienes y servicios.

Cuando el hambre se genera por la carencia de los alimentos necesarios para nutrir el organismo y la pobreza por limitantes de ingresos, entonces se está en presencia de una verdad irrefutable: la pobreza expresa hambre; el hambre revela pobreza.

Sin dinero no se va al mercado.

 

Pero cuando desde el Estado no se implementan una efectiva redistribución de los ingresos y políticas económicas que propenden  al mejoramiento de la calidad de vida de las grandes mayorías, entonces de nada sirve invocar un discurso de “lucha contra la pobreza”.

Interesante por demás resulta recodar aquella frase de Santiago Belloch, editor de la reflexiva revista española “Contrapunto de América Latina, cuando sentenció: “La lucha contra el hambre y la miseria (debe considerarse, dg) como primera frontera moral de la política”.

Tanto en el plano de la economía interna, como en la inserción en las relaciones económicas internacionales, se requiere de un papel activo del Estado para evitar que los intereses individuales terminen devorando todo espíritu de vocación colectiva, dando paso al reinado del caos y de la lucha selvática de todos contra todos.

El Nacional

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