Al abordar la prioridad de la acción social o pastoral social me viene a la mente el pensamiento de si no habría que establecer prioridad entre las prioridades, de si todas las cinco prioridades son igualmente importantes, de si las unas no presuponen las otras. Y ciertamente, de haber prioridad entre las prioridades, habría que conceder un primer lugar a esta que tiene como objetivo la justicia social o a los pobres.
Se las ha designado como segunda prioridad, después de la pastoral familiar, tanto en el diagnóstico pastoral como luego en los campos de acción. Y aún cuando en el marco referencia, se la presenta como el quinto ereto (n.19); al analizar su contenido, se ve bien claro que estamos ante algo primerísimo e importantísimo en nuestra pastoral. Nuestra evangelización, dice el quinto reto, tiene que ser siempre integralmente liberadora, si es que va a ser fiel a las exigencias de justicia y solidaridad de la fe y a la situación real del país. ¿No es verdad que nos enfrentamos con una prioridad entre las prioridades?.
1.- Una prioridad como la de la pastoral social, pensaría uno que debería tener un marco doctrinal más elaborado y completo. Pero no ha sido así. El marco doctrinal de la Pastoral social no pretende ser una miniatura de toda la imponente doctrina social de la iglesia. Se limita a ciertas consideraciones sobre la pobreza muy sencillas, muy pastorales. No olvidemos, sin embargo, que en el marco referencial, al exponer la realidad, se abundó en la presentación de la realidad socio-económico-política como agarrotada por el pulpo de la injusticia social y sus múltiples tentáculos desnaturalizadores y destructores de la dignidad humana en infinidad de seres. (núm. 3-12).
La pobreza se la contempla como efecto de dos actitudes o comportamientos contrapuestos. Se la presenta como causada por la injusticia y la inhumanidad de muchos y también como consecuencia mística de los pocos que deciden abrazarse con ella por amor a Dios y al prójimo necesitado con el que deciden compartir sus bienes (n.72).
Pero el motivo primordial, tanto de la condenación y rechazo de la pobreza injusta como de la defensa y promoción de la pobreza voluntaria; viene a ser el mismo: Cristo, que condenó y combatió todo lo que denigra la dignidad de la persona; y Cristo que se abrazó con la pobreza y la austeridad. No se invocan filosofía ni políticas, ni sistemas ni teologías liberadoras (nn.73-76).
II.- Es también notable y sugerente el que al pobre no se le considere solamente como sujeto pasivo de su situación y menos de la solución de la desgracia que le aqueja. Ni se piensa que su remedio está solamente en un cambio en los factores y estructuras socio-económico-políticas. Al pobre se le considera sujeto también activo, sobre todo en el orden moral-espiritual. No son otros solamente los que tienen que aportar y regalar remedios a la pobreza, sino que el pobre mismo puede aportar a su liberación integral. Y el aporte mayor del pobre a su propia liberación no está o proviene del orden político-social, sino del orden moral y espiritual (nn.73-75).