Opinión

Procede un cambio

Procede un cambio

Agotado el modelo económico, el descalabro político deviene con previsibles consecuencias. Grecia y Puerto Rico sucumbieron ahogados en deudas. ¿Nos toca, entonces, poner la barba en remojo? Estamos precisados a cambiar las estructuras y procedimientos en lo referente al crédito público. Un cambio de rumbo resulta inevitable en tales circunstancias. Sucede que la deuda del sector público creció en 107%, pasando de 24.5% a 38.5% del PIB, imposibilitada de sustentar un tímido crecimiento acumulado durante los últimos cinco años.

La población procura respuestas, lejos de obtenerse con simples cambios de caras. El ineficiente control de la delincuencia no es consecuencia de un jefe policial, adecuado o no. Ni siquiera del ridículo salario que reciben sus miembros. La cuestión está en asumir su profunda transformación. Un esquema creado hace casi cien años no puede enfrentar el comportamiento de un sistema delincuencial de estos tiempos, globalizado para decirlo de cierta forma. Procede, de una vez por todas, fraccionar ese cuerpo, de manera que sea provincial o municipal.

Lo mismo sucede con la mayoría de los organismos estatales. Unos ya innecesarios y otros con métodos efectivos cincuenta años atrás. El problema del Indrhi, Inapa, la Caasd y otros acueductos excluidos de Inapa no está en el ejecutivo de cada una de esas entidades. Es que han evolucionado muy poco y carecen de instrumentos tecnológicos para advertir situaciones que le presenten, como la grave sequía que afecta el consumo humano y agrícola del agua.

El cambio que hoy demanda la sociedad incluye un riguroso control del erario, y enfrentar la corrupción, para impedir la impunidad. Impunidad que alienta el delito por la equivocada señal que envía a generaciones en formación. Igual a estudiantes y trabajadores. Pero con una Cámara de Cuentas, contralor general de la República y procurador que dependa del Ejecutivo y del Congreso es poco lo que podemos esperar en ese aspecto, a no sea amagos y aspavientos, utilizados apenas como recurso proselitista. Lo mismo ocurre con el tema haitiano, ahora llevado a un eufemístico Plan de Regularización que ha empeorado el problema.

El Nacional

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