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PROVERBIOS Y MÁXIMAS: Acerca del Diccionario de refranes

PROVERBIOS Y MÁXIMAS: Acerca del Diccionario  de refranes

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Refranes, adagios, sentencias, proverbios y máximas representan una suma de experiencias, expresiones de sabiduría, que decimos popular. Conviene apuntar las definiciones de las paremias en las que se fundamenta el libro que comentamos. El autor se ha interesado en precisar las diferencias entre una y otra expresión y ofrece las siguientes definiciones, que aparecen en la página XII:
Máxima: Señala lo que hace que las cosas sean. Y en tal virtud, es un principio que orienta la conducta: “El ojo del amo engorda al caballo”.
Sentencia: Advierte lo que las cosas deben ser, por lo cual es norma o patrón que ampara una determinación: “Delante de ahorcado no se debe mencionar el lazo”.
Adagio: Indica lo que las cosas son y, en ese sentido, es un conocimiento fundado en hecho real: “Culebra no se amarra en lazo”.
Proverbio: Muestra lo que las cosas generan, razón por la cual es una pauta inspirada en su naturaleza: “Por la fruta se conoce el árbol”.
Refrán: Señala lo que las cosas enseñan, en cuya virtud entraña un concepto derivado de una experiencia de vida: “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”.
Las paremias tienen sus raíces en la tradición, sobre todo de los más antiguos pueblos del mundo, como judío, griego y árabe, pero es obvio que la literatura sapiencial tiene espacio en muchos ámbitos. La Biblia, por ejemplo, incluye una serie de libros de este carácter, cuyos títulos, muy reveladores, son los siguientes: Job, Salterio, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.
En una introducción a los libros sapienciales, incluida en la versión Nacar-Colunga de la Biblia, aparece una noción de sabiduría que bien vale reproducirse: “La sabiduría en Israel no es, como para Aristóteles, la ciencia de las últimas causas, sino que tiene un sentido más empírico: es cierta agudeza y prontitud de ingenio para hallar una salida en casos apurados. El juicio de Salomón en la querella de las dos mujeres que reclamaban su hijo quedó como proverbial en la historia de Israel. Análoga a esta es la agudeza para hallar solución a los enigmas y acertijos, de que tanto gustaban los orientales”. (19ª edición, Madrid, pág.649).
Las paremias no son extrañas a las grandes obras de la literatura universal. En nuestra lengua, el ejemplo más palmario es Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, obra en la que abundan máximas, sentencias y refranes.
A don Quijote, el personaje principal, aun gustándole que Sancho, su escudero, sea sentencioso, le enrostra su inconformidad porque éste mal emplea los refranes, como puede apreciarse en este trozo:
“Mira, Sancho- respondió Don Quijote-: yo traigo los refranes a propósito y vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero tú los traes tan por los cabellos, que los arrastras y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito antes es disparate que sentencia”. (Don Quijote de la Mancha II, capítulo LXVII, pág. 1065, edición IV Centenario).
Para elaborar este libro de paremias del español dominicano, el autor, Bruno Rosario Candelier, ha indagado obras literarias de autores nacionales, sobre todo narrativas, además dice haber curcuteado en periódicos y revistas y por igual puso oído a la oralidad, que es fuente viva en la que este tipo de expresiones se cultiva con frecuencia.
“Los refranes condensan sabiduría popular”, dice Rosario Candelier. Y es lógico que así sea, pues son producto de la tradición y tienen su origen en el razonamiento. El pueblo los acoge como suyos, los escritores los divulgan a través de sus obras. De verdad, refranes, máximas, sentencias y adagios representan una acumulación de sapiencia.
Por tratarse de un libro paremiológico del español dominicano, Rosario ha incorporado expresiones de actualidad, incluso dichos políticos que se han quedado en el habla popular, como “No hay peligro en seguirme…”, “Seguiré a caballo” y otros.
La forma de hablar representa, sin dudas, un indicador oportuno para identificar a individuos y a grupos sociales. Lo que hay dentro de una persona y por igual los elementos que caracterizan a determinada sociedad, no tienen medios más idóneos para identificarse que el habla.
Más revelador de sus intimidades ha de ser, si el particular modo de expresarse de una comunidad incluye el empleo de refranes, adagios, sentencias, proverbios y máximas, así como frases, giros y locuciones cuyo valor semántico es de todos aceptado.
El “Diccionario de refranes” es un libro sapiencial, por cuanto recoge un conjunto de sentencias, máximas, refranes, proverbios y adagios que resultan indispensables para el habla de los dominicanos. Son formas de expresión idóneas para emitir juicios relativos al comportamiento humano y a fenómenos de la naturaleza.
Es pertinente felicitar a su autor, Bruno Rosario Candelier, por este valioso aporte, muy apto para contribuir al conocimiento de las formas de ser y de sentir del pueblo dominicano a través de su palabra y de las actitudes que se manifiestan por medio de los dichos paremiológicos. Enhorabuena, se suele decir en estos casos.

El Nacional

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