Opinión

Punto de inflexión

Punto de inflexión

Hasta hace relativamente poco tiempo, en todas las encuestas de opinión que se llevaban a cabo, ante la pregunta de cuáles consideraba el encuestado eran los principales problemas que aquejan al país, el tema de la corrupción quedaba en uno de los últimos lugares, en una inequívoca demostración de que la ciudadanía no estaba estableciendo la correspondiente relación entre ese flagelo y los históricos problemas acumulados en la nación.

Se trataba de una actitud extraña porque resultan evidentes los síntomas del robo descarado de los fondos públicos y la absoluta impunidad de esos hechos, lo cual se hace posible por una combinación perversa entre el estamento estatal y segmentos importantes del ámbito privado, el primero procurando fortalecimiento de poder tanto político como económico y el segundo persiguiendo fabulosos privilegios que son impensables de existir una competencia regulada donde las contrataciones de obras y servicios fueran el resultado de elegir las ofertas más convenientes para el interés nacional.
¿Quién puede aceptar como bueno y válido que una cantidad apreciable de construcciones multimillonarias, fueran todas adjudicadas a una sola empresa como consecuencia de ser siempre quien presentara las mejores propuestas? Eso constituiría un sesgo estadístico que, por su improbabilidad, solo sería explicable a partir de una trama siniestra orquestada para manipular licitaciones y que dicha entidad fuera la eterna beneficiaria.

Esa irritante circunstancia, -la de ser indiferentes ante comportamientos que vulneran de forma flagrante el ordenamiento penal dominicano y que parecía invisible a los ojos de tantas personas-, ha empezado a cambiar quizás de forma dramática e inesperada.

Lo penoso es que resultó necesario que un caso de corrupción ocurrido en territorio nuestro, se insertara dentro de un mega escándalo internacional para que las conciencias dormidas despertaran y comprendieran no solo la magnitud de este caso, sino que se genera a partir de un sistema que lo corrompe todo y cuya solución no vendrá esclareciendo este expediente, sino por la modificación radical de ese engranaje putrefacto que perpetúa un escenario que, como el que padecemos, es símbolo de inequidad y desigualdad social.

Lo bueno de esto es que será un punto de inflexión que permitirá hablar de un antes y un después de él, porque no visualizo manera de que el sistema político dominicano y sus protagonistas de los últimos 25 años puedan salir indemnes de este desnudo colectivo y súbito en que un imprevisto los ha expuesto en toda su desfachatez.

El Nacional

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