La muerte del joven dedicado a limpiar vidrios de vehículos en intersecciones de alto tráfico en la capital, por un conductor que le disparó y huyó, llama la atención no sólo como homicidio escandaloso sino por el reflejo de sociedad actual y realidad delictiva violenta.
¿Cuántas cosas ocurren en segundos con semáforo en rojo y obligada parada de vehículos en esquinas de Santo Domingo y Santiago copadas por toda suerte de vendedores ambulantes (desde tarjetas de llamadas hasta cuchillos), mendigos, niños y adolescentes dedicados a buscársela?
Esos lugares son mercado con reglas propias que incluyen horario 24/7, nido de potenciales y reales delincuentes, ejemplo de arrabalización por inacción o complicidad municipal, y peligrosas paradas en que ocupantes de vehículos pueden convertirse en víctimas.
También reflejan la sociedad actual: discriminación, exclusión, desigualdad, falta de oportunidades, irresponsabilidad familiar paterna y materna, indiferencia gubernamental tanto nacional como local y niveles alarmantes de inseguridad, porque son potencial peligro como nido delictivo.
La muerte del limpiavidrios y huída del autor indican que ante casos así que cobran notoriedad, el sistema responde irresponsablemente porque carece de planes para contrarrestarla, menos para prevenirlas porque estos chicos son lanzados a la calle a suerte y verdad.
Como señala el refranero popular que la fiebre no está en la sábana, el auge delictivo y violento está asociado directamente a falta de respuestas oficiales con políticas de inclusión, oportunidades de educación y empleo para estos jóvenes y profilaxis callejera como atribución municipal.
El limpiavidrios muerto es un anónimo, uno más de la población residual, con poco o ningún doliente, en categoría sub-humana, que no amerita de esclarecimiento porque en pocos días y semanas el caso quedará sepultado en el olvido y tapiado con la impunidad legal y social. ¡Qué pena que haya tanta indolencia cómplice, abonada por la irresponsabilidad gubernamental!
