Opinión

PUNTOS… Y PICAS

PUNTOS… Y PICAS

Compartir con la comunidad dominicana residente en Estados Unidos, principalmente en poblaciones del este, es oportunidad para aquilatar temas locales que preocupan a la diáspora y que se resumen en inseguridad y delincuencia, pugnas políticas y corrupción.

Pasar un fin de semana en contacto con nativos asentados en tierra del Tío Sam es conocer de primera mano preocupaciones del presente y futuro de la patria, notar la nostalgia y el siempre latente deseo de regresar al terruño de origen.

La inseguridad ciudadana unida a delincuencia callejera a paso lento y firme se convierte en elemento disuasivo del añorado retorno definitivo, historias cotidianas de hechos no registrados en su memoria le alejan de otrora apacible comunidad de origen. No es lo mismo de antes.

La política, como la pelota, siempre está presente en su vínculo nacionalista y con similar fanatismo beisbolero contempla cómo se desangra la oposición, por un lado, y cómo se usa la ventaja del poder para, por otra parte, aprovecharse y enriquecerse vía corrupción impune.

La supuesta “representación” que teóricamente implican nuevos diputados “de ultramar” no tiene efecto práctico en suelo estadounidense, porque allí no surte beneficio tangible ni puede ser exhibida ante las autoridades de la nación en la que son inmigrantes.

La aspiración más elevada de quienes emigraron en pos del “sueño americano” y se aclimataron al sistema estadounidense es que aquí se respeten normas de convivencia, orden constitucional y se aplique la ley a todos por igual, sin distinción económica, política o de otra clase.

Los escándalos de corrupción no pasan de novelas sin continuidad ni consecuencia punitiva, distinto al sistema en Norteamérica, y están conscientes de ser usados como alcancía del proselitismo político, financistas de campaña con moneda dura multiplicada por la convertibilidad.

Son similares preocupaciones del año pasado, igual deseo de cambio real.

El Nacional

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