Opinión

PUNTOS… Y PICAS

PUNTOS… Y PICAS

Engaño constitucional

 

La iniciativa legislativa popular, una novedad de participación política estrenada con la reforma de 2010 y pendiente de una ley que la regule, es un engaño y farsa por absurda, impracticable e imposible en los términos planteados en el artículo 97 de la Constitución.

Este mecanismo novedoso y moderno, que teóricamente sitúa el ordenamiento constitucional dominicano como avanzado, encierra un despropósito y cuestiona la génesis de diputados y senadores que es representar, legislar y fiscalizar o controlar.

Con mucho aspaviento se destaca que las cámaras legislativas avanzan en aprobar la ley que instituye este mecanismo facultativo a grupos de ciudadanos para presentar iniciativas de leyes, como expresión auténtica de ejercicio democrático directo.

El contenido de esta ley, que desarrollará el precepto de la Carta Sustantiva para extender a ciudadanos la facultad de presentar proyectos, no puede modificar la esencia del artículo 97 que es un valladar para facilitar esta legislación, que no pasará de mero texto.

¿Por qué? Sencillo. Es contundente, definitivo y prácticamente insalvable el requisito de ese “número de ciudadanos” que pueden presentar proyectos que debe ser “no menor el 2 por ciento de los inscritos en el registro de electores” que, según la Junta Central Electoral, supera los seis millones.

Un simple ejercicio aritmético indica se necesitarán 120 mil firmas para apoyar una iniciativa legislativa popular para el solo hecho de “presentar proyectos de ley” cuya suerte final será decidida por 32 senadores y 190 diputados, con facultad exclusiva de sancionar leyes.

Con 120 mil personas de apoyo a lo que sea, en política se hacen cosas más trascendentes que iniciar un proyecto legislativo y quien las reúne no tendrá dificultades para catapultarse como dirigente o líder influyente de cualquier demarcación.

No hay dudas que esa iniciativa legislativa popular es una farsa, artificioso mecanismo de placebo teórico constitucional que se traduce en impracticable, imposible, absurdo monumental que engaña al pueblo con ilusorio mecanismo de participación democrática directa.

El Nacional

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