¿Qué espera la gente?

La profusión de sucesos noticiosos alarmantes que implican un progresivo deterioro de principios fundamentales del orden establecido para la convivencia pacífica y armonía social obligan a preguntarse qué pasará en el futuro inmediato y qué espera la gente.

Lo que se vive es expresión de corrupción generalizada, cáncer a punto de hacer metástasis en la República, con focos purulentos en la administración central del Estado o función ejecutiva, extensivos a las otras dos del trípode gubernamental, la legislativa y la judicial.

Casos de denunciada, e intentada judicializar, corrupción administrativa en dependencias del Poder Ejecutivo son frecuentes y se comprueban en experticias de la Cámara de Cuentas y sometimientos por el Ministerio Público, con el ejemplo emblemático de Félix Bautista.

El Poder Legislativo no está exento de escándalos que incluyen la admitida sumisión a directrices y “bajadas de línea” para “legislar” por encargo, sin siquiera leer proyectos que aprueban, ni decir de las implicaciones, en orden de corrupción, de la última reforma constitucional.

El Poder Judicial aparentemente estaba excluido del cáncer corruptor y quejas contra sus representantes se limitaban a murmuraciones y especulaciones sobre actuaciones benignas favorables a procesados por narcotráfico y lavado de activos, entre otros.

Sin embargo, la olla destapada por el caso Félix Bautista primero, que incluyó la célebre carta de la juez Miriam Germán Brito y, segundo, las acusaciones directas del Procurador General de la República contra cinco jueces, uno miembro del Consejo del Poder Judicial, son de extrema gravedad.

¿Qué pasará en el futuro?, ¿estos casos se quedarán como están, no habrá régimen de consecuencias y como escándalos serán sepultados por otros y otros en interminable sucesión de hechos punibles sin sanción?
Y, ¿qué espera la gente? Sanciones ejemplares, imperio de justicia basada en la ley que obliga a todos y que es responsabilidad de los poderes públicos cumplir y hacer cumplir?