Intolerancia y “sicariato”

La intolerancia está muy presente en la política vernácula, a contrapelo de postulados democráticos que admiten el criterio preponderante de la mayoría expresada en consenso sin negar libertad al disenso que tiene espacio como desahogo o sentir minoritario derrotado.

Por diferencias políticas se han cortado amistades de antaño y también nacen enemistades familiares por mantenimiento de posiciones extremas que personalizan cuestiones que responden al libre albedrío y expresan el arcoíris de convicciones particulares intrínseco a cada humano.

El ejercicio del poder, máxime cuando se dominan resortes para control casi totalitario de las estructuras representativas de la lucha por hegemonía política, confiere amplias ventajas para quienes lo detentan y permite licencias al margen de ley para excesos que son abusos y libertinaje.

Los medios de comunicación, nuevo escenario de la política moderna, son especie de areópago para el debate y solución de problemas cotidianos en la lucha por el poder y también son plataforma para construir y/o destruir reputaciones de figuras públicas.

La propiedad y control de esos medios se ha convertido, en consecuencia, en estratégico dentro de la lucha política y toda suerte de técnicas son utilizadas desde esas plataformas para ganar adhesiones, construir imágenes y, es lógico, atacar o denostar al adversario de forma lícita o no.

Una nueva figura, arrastrada del derecho penal mediante el homicidio agravado con autor contratado por paga llamado sicario, traduce un novedoso asesinato que no solo es físico o personal, sino que ahora desde los mecanismos de prensa se convierte en “sicariato” mediático.
El sicario que actúa desde medios de comunicación es peor que el que ejecuta un asesinato por encargo y está presente ahora en la política local, merece ser identificado y desenmascarado junto a su contratante que es el dueño del circo que autoriza el guión de sus payasos.