Opinión

PUNTOS… Y PICAS

PUNTOS… Y PICAS

Carlos Manuel Estrella

Las lluvias han dejado de secuela pérdidas de vidas y graves daños agrícolas, en caminos y carreteras, viviendas y otras infraestructuras, miles de desplazados sin hogares que retratan una calamidad pública insuperable pronto.

La madre naturaleza está rebelde, el territorio nacional, especialmente el Cibao, es centro de un panorama que ha anegado miles de tareas y aislado comunidades en un castigo climático sin precedentes.

La geografía local ha sido bañada en exceso por aguaceros que aumentan peligrosamente el caudal de embalses, como Tavera-Bao, de ríos y arroyos en esta región, que se han desbordado y provocado luto, dolor y desgracia a miles de familias.

La zona de influencia de ríos como Yaque del Norte, Camú, Yuna, Bajabonico, Yásica, entre otros, está bajo amenaza latente de inundaciones y deslizamientos de terreno que han cortado carreteras y dejado a damnificados que esperan el auxilio oficial ante la catástrofe.

Es una calamidad pública, drama humano que el presidente de la República considera pertinente el Congreso Nacional apruebe la declaratoria oficial de estado de emergencia, de acuerdo a la Constitución, por la perturbación económica, social y medio ambiental.

A más de las obligaciones gubernamentales e implicaciones del estado de excepción, las miles de familias desplazadas por los aguaceros requieren junto a la mano amiga del Estado, la solidaridad de personas bondadosas identificadas con el prójimo.

Urge la unidad para salvar vidas y auxiliar a tantos damnificados, es hora de solidaridad, ese sentimiento humano y cristiano que empuja a prestar ayuda al necesitado, dar abrigo al desamparado, pan al hambriento, aliento al deprimido y calor humano ante la inclemencia del tiempo.

Si bien es necesario estar alerta por los deslizamientos de tierra y alejarse de zonas de peligro, el prójimo damnificado de aguaceros, necesita la extensión de la solidaridad que no se reclama, brota espontáneamente.

El Nacional

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