Opinión

¿Qué hacer?

¿Qué hacer?

La sociedad dominicana asiste a un momento crucial de la violencia intrafamiliar y violencia de género, donde no es fácil avizorar perspectivas inmediatas de cambio. En esa escalada de muertes de mujeres a manos de sus maridos o sus ex maridos, concubios, o / y novios, en el primer semestre del presente año se arribó al centenar. Esto ha motivado expresiones de parte de muchos sectores de la sociedad que antes no se habían pronunciado.

 Hay que darle seguimiento al despertar de esa sensibilidad social y aprovechar para concientizar sobre las raíces de este mal. Muchas personas reaccionan así porque sienten la conmoción a que conduce el impacto del hecho de sangre, pero seguramente no están pensando en cuánta violencia  hubo antes del hecho definitivo. No se debe seguir mirando solo el árbol, hay que mirar el bosque, que, en este caso, es la cultura que ha permitido esa forma de violencia y la sigue tolerando como asunto privado y natural. Los feminicidios son solo el humillo de un fuego que se inició con demasiada anticipación.

Estos hechos disminuirán en la medida en que la violencia callada y discreta haya ido cediendo de manera inducida, no porque sí.

La violencia de género es un problema de la educación y de la cultura con la que niños y niñas se han socializado (y se siguen socializando). Esto ha devenido en desiguales relaciones de poder que se expresan en una descarga de violencia. Prevenir y erradicar esta inconducta requiere estrategias combinadas: educación, campañas permanentes, represión y coordinaciones interinstitucionales al más alto nivel, donde se involucre a los medios de comunicación. Todo esto supone una  inversión de recursos económicos.

A propósito de inversión, al inicio de julio, representantes de más de 50 organizaciones de la sociedad civil, se reunieron frente al Congreso Nacional para llamar la atención sobre dolor y el luto social provocado por los feminicidios y la precariedad con que se realizan los servicios destinados a la prevención y atención de la violencia intrafamiliar y de género. En tal ocasión, les plantearon la necesidad de una asignación presupuestaria para afrontar este mal social.

La iniciativa, novedosa y oportuna, debe recibir el apoyo de la sociedad y el sello definitivo de las y los congresistas. La asignación de recursos económicos en la Ley del Gastos Públicos, para prevenir ese tipo de violencia, es un buen comienzo. Apoyemos, pues, un presupuesto a la altura de las circunstancias, una inversión económica para a frenar con mayor éxito este flagelo. Antes de cerciorarse de que se han agotado todos los medios y recursos, no es posible aspirar a tirar la toalla, darse por vencida como parece ser el sentimiento que, de algún modo se ha dejado filtrar en algunas mentes abrumadas por el peso y la crudeza del feminicidio. 

El Nacional

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