La conquista y colonización de América representa el más abominable, horripilante, vil, ruin, abyecto, criminal e infame acontecimiento de la historia universal. Durante los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, Francia, España, Holanda, Portugal, etc., cometieron todo tipo de tropelías y desmanes en las tierras descubiertas, al extremo de que solo un país, España, a ritmo de espada, cuchillo, torturas, látigo y trabajo forzado, desapareció de la faz de la tierra a la raza Taína.
Los tesoros inconmensurables y las riquezas arrancados a sangre y fuego a los nativos de estas tierras, junto con la Revolución Industrial de siglo XVIII y XIX, permitieron a las hoy grandes naciones desarrollar sus sociedades, en detrimento de indígenas, negros, cholos y mulatos que solo vieron el cese de su calvario cuando la parca les acompañó, sirviéndole como alivio a la nefasta vida que llevaban.
Los países agrupados en el Caricom, espacio en el cual la República Dominicana está en calidad de observadora, reclamarán ante la ONU una indemnización por los crímenes de lesa humanidad cometidos por las grandes potencias durante todo ese tiempo. Es sabido que esa migaja que podría lograr el Caricom ante la ONU nunca resarcirá el espeluznante homicidio masivo perpetrado por las hoy naciones ricas. Pero es importante ganar esa batalla. Ya Israel no sólo hizo pagar con creces al estado alemán el holocausto, sino que también las grandes empresas que utilizaron seres humanos en experimentos durante la Segunda Guerra Mundial, tuvieron que recompensar al Estado judío por las víctimas.
Apoyemos al Caricom en esta justa demanda histórica. Reivindiquemos a las decenas de millones de desaparecidos, muertos, desterrados de sus tierras, torturados, acompañando al Caricom en esta batalla. Honremos al padre Montesino, al padre Las Casas, al negro Lemba, al cacique Enriquillo, y a la bella Anacaona, arrancándoles por lo menos míseras partidas económicas a los responsables del más ignominioso exterminio humano, a pesar de que la suma no representará siquiera una millonésima parte del daño histórico.