Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Los derechos de las personas no son prendas para ser exhibidas, sino prerrogativas para ser ejercidas. La clasificación académica, para nada varía la finalidad que tienen. Podemos llamarlos como derechos fundamentales o constitucionales, humanos o naturales, positivos o morales, intereses o difusos. Y hasta clasificarlos por generación, desde la primera hasta la cuarta. Por ahí viene la quinta generación que, necesariamente, precederá a la sexta. El nombre es lo de menos para las grandes colectividades. Lo importante es qué hacemos y cómo enriquecemos nuestras vidas con el goce de esos derechos.

 Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, afirmó que el respeto al derecho ajeno es la paz. Cierto. El derecho de uno comienza donde termina el derecho del otro, y viceversa. Cada derecho tiene su correlativo deber. A buena fe guardada y conocimiento cierto, no tienen por qué colisionar. Solo la perversidad que genera la ambición desmedida y el irrespeto a los demás, dan lugar a que se produzcan los diferendos insalvables. Hay personas que se alimentan de los conflictos. Los necesitan tanto como el aire. Existen para amargarles la vida a todos los que tienen la desdicha, por la razón que fuere, de relacionarse con ellas. Niegan olímpicamente el imperativo categórico de Inmanuel Kant, el célebre filósofo alemán. No hacen lo que deben hacer y se ocupan celosamente de que los otros tampoco cumplan con su obligación.

En nuestra sociedad, se reconocen formalmente todos los derechos de los individuos, pero bajo la condición de que no los ejerzan. Si se atreven a ponerlos en práctica, con el comedimiento y el respeto debido, entonces surgen barreras que impiden su propósito. Hasta amenazan y les recuerdan que todo será tergiversado para justificar retaliaciones. Lo que digan o hagan, será usado en su contra. De esa manera asfixian y roban toda posibilidad de iniciativa personal. La libertad de expresión, es innegociable. Si se someten a esas censuras previas, por miedo, pusilanimidad o por una mal entendida prudencia, como lo sentenció el inconmensurable José Martí, pasan a ser caballos embridados para siempre.

Los derechos son como los órganos, su función les da existencia. Si no se usan, se pierden, se atrofian. En el medio social, los dominadores están prestos para arrebatar los derechos de los dominados. Estos deciden si lo permiten o no. Y de su actitud depende que paguen o disfruten de las consecuencias de una vida miserable o llena de decoro y dignidad. La lucha de contrarios es dialécticamente necesaria e inevitable. No hay que temerle. Un ser sin derechos, no es persona. Es una cosa.

Ciertamente, así es. La lucha por el derecho, como afirmó Rodolf Von Ihering, hay que librarla, con inteligencia, responsabilidad y solidaridad. Hoy por ti, mañana por mí, dijeron Mauricio Báez y Bertolt Brecht, tenemos que seguir luchando. Los trujillitos acechan y son implacables.

El Nacional

La Voz de Todos