Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

La aceptación por parte del joven economista Hecmilio Galván de un empleo en este gobierno del licenciado Danilo Medina y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), ha desatado los demonios de un izquierdismo exagerado. Los críticos entienden que su decisión de trabajar en el actual Estado fue una traición a la causa popular y al ideal revolucionario. Consideran que tenía que esperar que llegara la coyuntura de transformación social para servir en un cargo público. Pero el inquieto dirigente del movimiento La Multitud cree que en cualquier escenario de respeto a su dignidad y a la independencia de ideas se puede trabajar por el pueblo. Y tiene toda la razón.

Galván es hiperactivo, solidario, de espíritu crítico, de ideas claras, de voluntad firme y decidida; de valor probado y posee una gran formación intelectual. Tuve la oportunidad de interactuar con él en jornadas literarias de fines de semanas completos y en diversas provincias del país, organizadas por el Movimiento Interiorista y el Ateneo Insular, bajo la dirección del crítico y buen amigo don Bruno Rosario Candelier, actual presidente de nuestra Academia de la Lengua Española. Compartí noches enteras con Hecmilio en esas tertulias. Le conocí, discutimos y comencé a admirarlo. No me han sorprendido su liderazgo, popularidad y acciones políticas.

Pero lo que sí me ha impactado es la incorrecta actitud de ciertos dirigentes de izquierda. Se ensañaron sin necesidad ni razón. Desean desacreditar y aplastar a un joven valioso por el “crimen” de haber aceptado un empleo técnico en el sector público. ¿Ignoran la diferencia que existe entre Estado y gobierno? Pensaba que esos tiempos estaban superados.

Comprendo la situación de Hecmilio y lo apoyo. Yo también la sufrí. Cuando acepté el cargo de abogado del Estado en el 1995, durante el gobierno de Balaguer, mis compañeros peledeístas trataron de aniquilarme política y moralmente. Poco importó que el Comité Político hubiera autorizado a ocupar cargos técnicos en el Estado. Recuerden que las Secretarías de Educación, de Agricultura, de Obras Públicas, de Salud, etc., estaban llenas de militantes del PLD, incluyendo a varios de mis detractores. Lo bueno para ellos, era malo para otros. Y cuando en 1998, por concurso de oposición, gané la plaza de juez de Corte y me juramenté, quisieron hacer rodar mi cabeza. El problema no era el cargo, sino la proyección. Pobrezas de espíritu pequeñoburgués. Me lo han cobrado caro y lo he pagado con gusto.

Sé que Galván es hombre de carácter y no se dejará amilanar por las diatribas de algunos confundidos, fanatizados y arrinconados compañeros de lucha. Ahora debe concentrarse en desplegar con habilidad e inteligencia la capacidad de trabajo, la vocación de servicio y la determinación de luchar por los mejores intereses. La sociedad lo juzgará por lo que haga o deje de hacer en la posición que ocupa. Nada más.

El Nacional

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