Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

La injusticia social es la causa principal del auge de la delincuencia. Esa afirmación es una perogrullada que molesta a unos cuantos pequeños burgueses que viven muy satisfechos de su consumo diario. También inquieta a los que tienen asegurada una buena tajada del patrimonio nacional por medio de sus enganches políticos. Y los otros que no quieren admitir esa verdad son los que saben incrementar sus riquezas con el sufrimiento de las mayorías nacionales. Todos tienen un denominador común: la inconsciencia que los hace insensibles ante la penuria ajena.

 Nadie nace bueno ni nace malo. Tampoco se nace honesto ni se nace delincuente. Simplemente se nace. La sociedad, esto es, el medio en que se desarrolle se encarga de definir lo que será cada uno. La voluntad de superación del individuo se corresponde con el estímulo que recibe del ambiente en que desenvuelve su vida. Y su visión de futuro estará limitada por el escenario en que participa como actor o como espectador. Por eso ninguna persona, a pesar de sus dotes naturales o la excelencia que alcance por medio de la educación recibida, puede ser más grande que la nación a la cual pertenece.

  El delincuente nato, del cual nos hablaba Lombroso, no existe. Aunque ciertas corrientes psicológicas y neurológicas tratan de explicar determinadas perversidades, partiendo de patologías congénitas en los individuos. Es cierto que el cerebro de cada persona puede caracterizarse por una conformación diferente a los demás, pero eso no hace delincuente a nadie como regla. Los sicópatas, sociópatas, sicóticos, etc. pueden constituir excepciones.

 Muchos pequeños burgueses con estabilidad económica piensan que son héroes solitarios de su propia causa. Se creen triunfadores que solo deben gratitud a sus esfuerzos y sacrificios personales. Llegan hasta a considerar que los otros no han alcanzado la posición que ellos tienen porque carecen de la voluntad, disciplina y organización necesarias. Miran como escorias sociales a las multitudes que mal viven en condiciones de necesidad extrema. Olvidan que cada uno es, como señaló el filósofo español José Ortega y Gasset, lo que quiere ser y lo que sus circunstancias le permiten ser. El voluntarismo no basta para transformar la realidad sistémica. Y la disciplina y la organización son efectivas en determinadas y favorables condiciones.

 Ciertamente, así es. Más aún, en una sociedad tan atrasada y deformada como la nuestra, vale más la mano amiga o quien esté dispuesto a pelear en apoyo de otro que la calificación académica o destreza profesional. Y para alcanzar estos niveles, fue necesario el ambiente adecuado.

 La delincuencia callejera, no la de cuello blanco, se nutre de jóvenes sin perspectivas ni oportunidades en la vida. Ellos son víctimas de las injusticias del sistema. Y se vengan con crueles actuaciones, para obtener los medios que les permitan sobrellevar sus propias miserias materiales y espirituales.

El Nacional

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