Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

La ignorancia sobre el sistema capitalista, su funcionamiento y perspectivas hace que muchos actores del Poder Judicial se frustren o actúen contrario a lo que debe ser su misión. Es natural y hasta excusable que los profesionales de otras áreas del saber o los humildes hombres y mujeres del pueblo no comprendan las complejidades del ordenamiento legal. Pero que una parte importante de los jueces, fiscales y abogados las ignoren no es admisible. Ellos, en lo particular, se demeritan y la sociedad, en lo general, lo paga caro. No podrá alcanzar los niveles de desarrollo a que aspira.

 En esencia, el sistema capitalista es inhumano. Se fundamenta en la propiedad privada sobre los medios de producción (Art. 51, Const.). El sistema concentra cada vez más en menos manos las riquezas que ellos generan. Marx lo explicó. La globalización, la sociedad de la información, la era del conocimiento y la liberalización de los mercados aseguran que esa situación sea eficiente y duradera. Así se concentra también, para garantizar esos privilegios, el poder político nacional e internacional. Todo está orientado a proteger el capital y a sus pocos dueños, no a las mayorías. No importa si la miseria crece, si los muertos de hambre y enfermedades curables abundan, siempre que el capital crezca y esté seguro. Noam Chomsky lo sabe.

 ¿Cómo logra el sistema garantizar que una minoría tenga todo, riquezas y poder, que los use en contra de la mayoría y que esta mayoría no cambie esa realidad? Simple: embruteciendo a la mayoría para que vivan de la ilusión de cambios. La sociedad del espectáculo que anula la sana cultura, criticada por Mario Vargas Llosa, excelso escritor y eficaz aliado del capitalismo, crea esa ilusión.

 El Estado existe para que sus instituciones legitimen, por medio de la aplicación de las normas, lo que podría considerarse inmoral y antiético del sistema. Por eso el Derecho forma parte de la superestructura ideológica del Estado. Le corresponde aplicar la norma jurídica, con el debido proceso. Esas normas están redactadas para interpretarse, y darle a cada uno lo que le pertenece, conforme al sistema. Eso es aplicar justicia. Sin una justicia fuerte, no hay democracia, afirmó George Washington.

 Así las cosas, la justicia está llamada a crearle un rostro humano al sistema. Debe aplicar la constitucionalidad y proteger los derechos fundamentales. Al sistema le conviene que sus operadores se esfuercen en ese sentido. Somos sus mejores servidores. Algunas cosas serán cambiadas para que todo siga igual. Y más arriba se arregla todo, conforme a la ley. No hay problema. Lampedusa, en El Gatopardo, lo dijo.

 Si los actores judiciales no cumplen su alta misión, por corrupción, ignorancia o negligencia, el sistema cojea y peligra. La justicia tiene que ser eficiente, pronta y eficaz. El sistema lo reclama. Así se mantiene funcionando en paz. Es alta política. Muchos no se dan cuenta de esa tremenda verdad.

El Nacional

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