Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Insolidaridad

 

La sociedad en que vivimos se caracteriza por ser profundamente insolidaria. Esa afirmación escandalizará a muchos hipócritas, simuladores y oportunistas. Éstos son los que precisamente se aprovechan y, sin escrúpulos, sacan grandes beneficios del estado de indolencia social en que nos desenvolvemos. Pero son capaces de rasgarse las vestiduras en la plaza pública para aparentar un sentido humano que no tienen.

Esa realidad social que denunciamos se debe a que tenemos un sistema económico, social y político llamado sociológicamente Capitalismo. Se caracteriza por el frío cálculo que se hace para preservar y aumentar los intereses creados y los privilegios irritantes, sin importar el costo en vidas que puedan tener. Las personas gozan de todos los derechos formales que puedan proclamarse, siempre que no los ejerzan. Y solo se les permite el disfrute de esas prerrogativas si no cuestionan o ponen en peligro el estatus quo. Si lo afectan de alguna manera, entonces operan los mecanismos de coerción, sin obviar los recursos represivos extremos. Así anulan los derechos e introducen pequeños cambios para que todo siga igual. Lo demás es pirotecnia para entretener ilusos.

Y no puede ser de otra manera. El sistema es capitalista, no es humanista ni nada parecido. Por eso protege el capital, los intereses y privilegios espurios por encima de las personas. Se engaña el que quiere o el que está sumido en una lamentable ignorancia. Ciertamente, así es. Vivimos en una inmensa pirámide de injusticias. La cúspide está tomada por una minoría insaciable e insensible. La base la conforman las inmensas mayorías que viven sin esperanzas. Todos sabemos que si los de la base adquieren conciencia de su realidad y con organización y disciplina deciden cambiar su condición, nadie podría impedir que alcancen su objetivo. Pero los que ocupan la cúspide los controlan y los dominan con un recurso, eficiente y eficaz: el embrutecimiento.

Así las cosas, vivimos en un proceso social de alienación permanente. El individualismo enfermo nos corroe hasta el tuétano. El sálvese quien pueda es la divisa mayor. Se ignora que la injusticia cometida contra uno, sin importar quién sea o dónde esté, nos daña a todos. Es cuestión de tiempo. Los idiotas se alegran del mal ajeno, y más cuando ellos son beneficiados, porque no se dan cuenta que pronto la desgracia les alcanzará también, y de manera inevitable. Nadie está a salvo cuando la iniquidad, la mediocridad y la perversidad reinan.

Y así vamos los dominicanos, humillados y ofendidos, y con la dignidad en un hilo. No tenemos un poder del Estado que marque la diferencia. El amiguismo, el favoritismo y la solidaridad de cuerpo degenerada en vulgar grupismo guían nuestras instituciones. El mérito profesional ofende y la irresponsabilidad es premiada. Cada uno cultiva su jardín y barre la basura empujándola al predio del vecino.

La insolidaridad es la regla de vida que nos rige.

El Nacional

La Voz de Todos