Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Juez Moscoso Segarra

 

El juez nunca es ni debe ser una monedita de oro, porque jamás podrá gustarle a todo el mundo. Siempre tendrá la posibilidad de caer bien a unos y mal a otros. Sus decisiones sobre asuntos controvertidos muchas veces le harán sentir el amargo sabor que produce saber que alguien siente un odio patológico hacia él, debido a que no lo complació con la sentencia que dictó. Otras veces, menos frecuentes, disfrutará el sentimiento de gratitud que le expresará el que resultó ganancioso en el proceso judicial que administró. Por desgracia, el odio que el juez despierta es continuo y prolongado, pero el afecto es muy pasajero. Con eso tiene que vivir el hombre o la mujer que asume el ministerio del juez.

Así tiene que ser, y no de otra manera. El juez no puede dejar contentas a todas las partes que se involucran en un pleito judicial. Una ganará el litigio y, consecuencialmente, la otra lo perderá.

Lo peor del caso es que cada litigante está convencido de que tiene el derecho y la razón. Y los representantes legales les han dado las bases teóricas y jurídicas para reforzar sus creencias. No pocas veces le aseguran el triunfo en el proceso, aunque los abogados no están obligados a garantizar un resultado beneficioso, sino a interponer los medios y las diligencias de rigor. El juez, como funcionario judicial independiente y objetivo, no me gusta mucho usar el manido concepto de imparcial, tendrá que resolver el conflicto con apego irrestricto a las pruebas aportadas y al sistema constitucional y legal que lo obliga. Es difícil prever cuál será la sentencia que se dictará.

Por todo eso el juez debe estar muy claro de que tiene un gran compromiso con su conciencia, con el Derecho, con los litigantes y con la sociedad. Todo buen juez lo sabe. Y el magistrado Alejandro Moscoso Segarra, que es un juez muy bueno y bien formado, lo sabe también. Por eso no muestra ninguna sorpresa de que su decisión sobre el caso del senador por San Juan de la Maguana, Félix Bautista, haya despertado tantas pasiones en ciertos sectores políticos que adversan al legislador, y que los medios de comunicación social se hagan eco de esas inconformidades. Nada nuevo ni único.

Ciertamente, así es. El juez Alejandro Moscoso Segarra cumplió con su deber como administrador de justicia. Instruyó abundantemente el caso, con el cumplimiento fiel de las garantías procesales correspondientes, y dictó la sentencia que creyó más apegada a las normas y principios jurídicos que conforman el sistema que nos rige. Además, se legitimó con la motivación abundante y certera con que fundamentó su decisión. Con la admisión del Recurso de Apelación que interpuso el Procurador General de la República, le toca ahora a la Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia decidir en consecuencia.

Pero todo eso no fue apreciado por los severos críticos del juez Moscoso Segarra. Así son las consecuencias para el juez en la administración de justicia.

El Nacional

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