Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

 

Crisis en la Justicia

 

Sin lugar a dudas, estamos viviendo una profunda y preocupante crisis en la justicia dominicana; pero, no se confundan, ésta no es una crisis de la justicia. Es decir, lo que está en crisis es la imagen del Poder Judicial del país, la administración oficial del Derecho, la potestad jurisdiccional del Estado; no la justicia, que es un concepto superior a las miserias humanas en que nos desenvolvemos en este medio que, para fortuna o desgracia, nos ha tocado vivir.

Ciertamente, así es. Solo un necio o un desquiciado mental se atrevería a negar esa verdad.
La justicia, nos enseñó Ulpiano, y están de acuerdo con éllos cerebros mejor amueblados del mundo, es dar a cada uno lo que le pertenece.

Además, es una de las virtudes superiores en todas las clasificaciones que se pueden hacer. Para los que rigen sus vidas por la concepción metafísica del mundo, los del partido del signo, como nos enseñaron Henry Meschonnic y Diógenes Céspedes, dos cumbres del pensamiento y la crítica literaria universal, la justicia es una de las cuatro virtudes teologales.

Nuestro maestro por antonomasia, don Pedro Henríquez Ureña, nos aleccionó sobre la justicia. Y nos enseñó que el ansia de justicia es superior al ansia de cultura. Por tanto, el hombre o la mujer que se esfuerza por ser justo y aplicar la justicia, en cualquiera de sus manifestaciones, es siempre superior al hombre o la mujer que nada más se afana por ser culto, por su perfección intelectual con criterios individuales y egoístas. Y si ese combate por la justicia, afirmamos, el individuo la sabe llevar al grado de lucha por la justicia social, por los mejores intereses de los pueblos del mundo, entonces estamos ante una persona especial, un ser humano excepcional, un paradigma universal.

La justicia, como virtud suprema, no es ni puede ser lo que hagan o dejen de hacer los jueces o los tribunales, o los miembros del Ministerio Público. Sin embargo, ellos materializan una forma de la justicia, la única posible en la sociedad.

A eso es que se refiere nuestra Constitución cuando en los artículos 5,6, 7, 8, 38, 39, 68 y 69 consagra, entre otros no menos importantes, los derechos fundamentales, los valores esenciales y los principios capitales, como normas superiores y obligatorias para todos. Tales como el fundamento de la Constitución, el principio de la supremacía de la Carta Magna, el Estado Social y Democrático de Derecho; la función esencial del Estado, la dignidad humana, el derecho a la igualdad y la no discriminación; las tutelas judicial y administrativa efectivas, el derecho de defensa y el debido proceso.

Si se cumplen esas estipulaciones vinculantes de nuestro Pacto Fundamental, avanzamos hacia la esperada justicia, y salimos de la crisis en la justicia.

La justicia oficialestá de capa caída. Todos debemos sentir vergüenza, propia y ajena, por acción o por omisión. Nos guste o no, así es.
Salvemos la justicia y el Poder Judicial.

 

El Nacional

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