Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

Claudio Caamaño Grullón

 

Increíble, pero lamentablemente cierto! Le negaron las atenciones médicas de emergencia a Claudio Caamaño Grullón, un ser humano, un hombre excepcional, un combatiente por la constitucionalidad, un Héroe Nacional, el último sobreviviente de la guerrilla de Playa Caracoles, que dirigió el comandante Francisco Alberto Caamaño Deñó, héroe del Abril eterno del 1965. Y se murió don Claudio, por los golpes y heridas que recibió en un absurdo accidente automovilístico, con asistencia médica tardía.

En este país de nuestros amores y dolores hay cosas que no tienen nombre.
Todos los amigos de don Claudio estamos golpeados por la insensibilidad de los médicos de aquellos hospitales que no lo atendieron. Lo obligaron a recorrer media ciudad capital para encontrar a quien lo asistiera, mientras su vida se extinguía en un cuerpo ahogado en su propia sangre. Ni la imprudencia del conductor que lo impactó merece tanto repudio como el que se ganaron los galenos que incumplieron su juramento hipocrático. Son renegados de la fraternidad.

El chofer que lo chocó, quizás iba a exceso de velocidad y sin las previsiones necesarias en el largo cementerio en que se ha convertido la carretera del Sur. Pero el médico que niega el auxilio a un herido es peor.

Poco importa que ahora se diga que no tenían en planta un cirujano para el accidentado, ni que el centro médico tenía ocupación total o que no deseaban cargar con ese paciente tan crítico. Siempre se pueden ofrecer los auxilios de emergencia, aunque se trate de calmantes que mitiguen el dolor o garantizar las condiciones imprescindibles para que la vida no se pierda en el tiempo en que llega el especialista, el que realizará el trabajo más complejo. Siempre hay espacio para un ser humano si la vocación de servicio prevalece ante el frío cálculo y el lucro constante.

Don Claudio fue vencedor de la muerte en muchas batallas. Supo imponerse ante los tiros y las bombas de los militares de San Isidro, que abjuraron de su deber patriótico; supo ganarle a las tropas norteamericanas que hollaron nuestro suelo y que mataban sin control en aras de una paz sangrienta; supo resistir los duros entrenamientos en las lomas cubanas para venir a luchar por la justicia, la democracia, la institucionalidad frente a un gobierno opresor; supo sobrevivir a los cercos militares que le tendieron en las lomas de Ocoa y, solitario como los justos ante tantos canallas vestidos de gloria, supo alcanzar la ciudad para continuar el combate bajo otras condiciones y con otros métodos. Nunca arrió su bandera de lucha ni se arredró ante los peligros que le acechaban.

Los hombres de la estirpe combatiente de don Claudio Caamaño Grullón no mueren nunca. Son eternos. Viven en la memoria de los pueblos agradecidos. Y renacen continuamente. Los vemos en cada dominicano que ama y se entrega sin límites a su Patria. En esos hijos de Duarte está la dignidad y el decoro que un día brillará con esplendor.

El Nacional

La Voz de Todos