Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Legitimidad.-

La mejor definición del régimen democrático la dio el libertador de los esclavos del Sur de los Estados Unidos de América, el presidente Abraham Lincoln. Afirmó que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y con eso lo dijo todo.

Es una pena que muchos no puedan entenderlo. Sobre todo porque no saben realmente qué es el pueblo. Peor aún, lo subestiman. Lo ven como una inmensa masa de carne con ojos, llena de vicios y debilidades, que solo sirve para ser usada, manipulada y despreciada.

El pueblo dominicano propiamente dicho no está constituido por todos los que llevan, con orgullo o sin él, el gentilicio de dominicano. Esa es la nación dominicana. Más aun, la mayoría de los señores que dominan el poder económico, social, político y militar del país no se consideran parte del pueblo, ni les interesa. Se creen que están por encima de él. Y no están equivocados. El pueblo está formado por los sectores más pobres de la población. Son los que más riquezas producen con su trabajo y los que más carecen de ella. Vive en condiciones deplorables, marginado y explotado.

Nuestra sociedad, que el profesor Juan Bosch la calificó certeramente como una inmensa pirámide de injusticias, puede ser un buen ejemplo para precisar la noción de pueblo. Podemos afirmar que en la base de la pirámide, manteniendo el equilibrio del país y soportando todo el peso de la estructura social, está el pueblo, que es la suma de los obreros, campesinos, desempleados, estudiantes, amas de casa y vagos.

En el medio está la pequeña burguesía, intelectualizada o no, que tiene terror a descender al nivel del pueblo, pero delira por ascender socialmente. Y arriba, en la cúspide de la pirámide, están los gobernantes y privilegiados del orden establecido, orondos y engreídos en su abundancia y poder.

El pueblo siempre despide olor a populacho, aunque suene mal, debido a que no puede dejar de hacerlo, por su esencia popular. De manera que el pueblo es esa masa irredenta que cuando se empodera de sus derechos pone a temblar a los señores del poder político y económico, y hace que los cimientos de la sociedad se tambaleen.

Y la democracia representativa, la que tenemos, es la fisonomía político-jurídica del sistema capitalista, que no es humanista. Aunque los artículos 2, 97, 203, 209, 210 y 272 de la Constitución consagran que “La soberanía reside exclusivamente en el pueblo…”, y la participación popular del referendo, la verdad es que el pueblo no es el soberano, ya que, en la realidad cotidiana, él no decide nada.

Primero, está sometido a la Constitución, que establece el orden jurídico. Y, segundo, los dueños del capital son los que deciden en el sistema y gobiernan para ellos, no para el pueblo, aunque este crea que elige.

Por eso, la legitimidad democrática no se logra hasta que el pueblo se convierta en un sujeto de poder real, que sus representantes le sirvan como debe ser, y sin demagogia.

El Nacional

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