Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

¿Independencia judicial?.-

La independencia judicial implica necesariamente la existencia de una administración de justicia en que los jueces deciden los casos de que están apoderados con estricto apego al debido proceso y a las pruebas aportadas en el expediente, sin recibir órdenes ni líneas de superiores, ni motivados por razones ajenas al asunto de que se trata. Ese es un ideal por el cual vale la pena luchar. Pero es bueno saber que en nuestro país nunca ha existido, ni existe ni existirá por mucho tiempo más, una verdadera independencia judicial para los conflictos en que el poder político tenga interés.

Los procesos judiciales en que los sustentadores del poder político intervienen siempre terminan con una sentencia definitiva que se acomoda a su voluntad.

Esto es tan cierto que cuando existe un juez o tribunal que osa aplicar el Derecho como debe ser, y con ello se niega a obedecer sumisamente la línea u orden trazada por el Poder, entonces los tribunales superiores se encargan de revisar y revocar esa sentencia, para que todo se ajuste a los deseos de los factores reales de poder.

Poco importa que con eso haya que crear un nuevo criterio jurisprudencial o precedente. Y el juez idealista que ejerció soberanamente su función, que en este juego pasa por iluso, será marcado y recibirá oportunamente el mensaje para que sepa quién es el que manda. Y si vuelve a “equivocarse”, entonces lo verán como un mal sin remedio. Ese modo de usar el Poder no es propio de un solo grupo de gobernantes. Todos actúan de esa manera, cada uno en su turno.

Ciertamente, así es. Vivimos en una sociedad atrasada, con muchas debilidades. Y esos males se reflejan, en primer lugar, en su orden económico, que obliga a los funcionarios a aferrarse a su modo vivendi como un náufrago a una tabla en alta mar; en segundo lugar, en el orden social genera trastornos en los valores y principios, que lleva a las personas a relativizarlo todo para justificar la falta de ética y la doble moral en su conducta; y, en tercer lugar, en el orden político e institucional impera el uso del Poder con fines personales o grupales, con pocas preocupaciones por el bien común y por guardar las formas. Pruebas de eso son el clientelismo y el patrimonialismo que sufrimos. Y, para orientarse, se elaboran dos discursos, uno para adentro, de consumo interno, que es convenientemente pragmático, que se aplica, y otro hacia fuera, caracterizado por expresar lo que esperan los demás; pero las condiciones no permiten su ejecución.

Ahora bien, en los casos de poca monta, asuntos sin importancia o trascendencia para el Poder, el juez puede hacer una buena apreciación de los hechos y una correcta aplicación del Derecho al dictar su sentencia. En esos litigios la independencia judicial funciona.

Para algunos, que evaden responsabilidades, esto legítima el sistema. Pero jamás olvidemos que sin independencia judicial interna y externa no hay ni justicia ni progreso real.

El Nacional

La Voz de Todos