Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Lluvias e injusticia.-

Según la sabiduría popular, el agua siempre deja más que lo que se lleva. Esta afirmación es producto, como todos los refranes, de la observación y la experiencia que los pueblos van acumulando durante años. Saben que el agua es el mejor amigo del campesino.

Nutre y prepara la tierra para mejores cosechas. Pero esa verdad solo es correcta en pequeñas proporciones, sin exageraciones. Cuando la porción de agua sobrepasa lo común, como los aguaceros de estos días, el agua se lleva más de lo que deja.

Para comprobar esa última verdad, basta con observar lo que ha pasado en Puerto Plata y en muchos poblados que fueron desarrollados en las riberas del río Yaque del Norte. Las aguas turbulentas arrastraron sin piedad todo lo que encontraron a su paso. Ampliaron las orillas de ese fundamental río, con derrumbes impresionantes, y socavaron los cimientos de viviendas y puentes que cedieron como castillos de naipes.

En estos días he pensado mucho en el magnífico cuento “Dos pesos de agua” del profesor Juan Bosch. Nadie había pensado que por tan poco dinero se despachara tanta agua desde las nubes, que más bien parecía que la tierra se iba a ahogar.

También he pensado en que la Madre Tierra tiene cuentas pendientes de cobro por la sobre explotación a que el capitalismo salvaje la viene sometiendo, con su consumismo extremo e innecesario.

La extracción indiscriminada de minerales; la tala de bosques y selvas, que eran pulmones naturales; la contaminación de los mares y la perforación de la capa de ozono, con las emisiones de gases sin control, constituyen un atentado al equilibrio ecológico mundial de consecuencias insospechadas.

El calentamiento global, con el deshielo de los polos, es una pequeña manifestación de la reacción del globo terráqueo ante la irracionalidad de los países altamente desarrollados, que son los que tienen la tecnología para crear esos irreparables daños al sistema ecológico.

Ahora bien, estas temporadas de lluvias muestran la injusticia social y la falta de autoridad en que se desarrolla la sociedad dominicana.

La injusticia social se refleja en las familias de los casi cincuenta mil desplazados por causa de las lluvias. Esas personas viven en estado de extrema pobreza, o sea, en la miseria, que antes solía llamársele prángana.

Viven en las orillas de los ríos, y muchas veces en el mismo cauce de lo que fue en otros tiempos un río. Saben que un día el río recobrará su territorio; pero apuestan, como sobrevivientes que son, a que su suerte cambiará antes de que las aguas, con todo el lodo con que bajará, los arrastren y sepulten, como tantas veces ha sucedido. Para esos desamparados no existe el derecho fundamental a la vivienda digna que consagra el artículo 59 de nuestra Constitución.

Ellos no necesitan dádivas. Solo solidaridad. Ojalá que las autoridades ejerzan su función, para evitar que vivan en peligro permanente.

Las lluvias desvelan la injusticia social en que vivimos.

El Nacional

La Voz de Todos