Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

Conciencia nacional

 

La conciencia nacional no se presume, hay que probarla. Más aún, hay que estar dispuesto a ejercerla con todas sus consecuencias. Esa condición se tiene o no se tiene. No hay punto medio. Los pusilánimes, los oportunistas, los pragmáticos mal entendidos y los ignorantes de la realidad social en que viven no pueden adquirir la conciencia nacional. Y para justificarse en sus inconductas, dicen que no es el momento, ni es prudente para actuar de la manera que procedería alguien con ese tipo de conciencia.
Nadie que no esté debidamente educado, con capacidad para pensar, discernir, criticar y enjuiciar puede tener conciencia nacional. A lo sumo llega a experimentar un sentimiento nacional. Incluso, el que así siente suele dar sorpresas. En determinadas coyunturas, en esas que Stefan Zweig definió como momentos estelares de la historia, excepcionalmente accionan con más coherencia que muchos de los que se creían inspirados por una conciencia nacional. Ahora bien, ese sentimiento solo logra expresar conductas emocionales e instintivas. Por tanto, son débiles y fáciles de derrotar por los enemigos de los intereses del país.
El nivel de conciencia nacional de una persona está íntimamente ligado a su preparación intelectual y a las experiencias que ha ido acumulando en el terruño, con su interrelación social. Si falta la formación intelectual, no se crea la conciencia nacional. Se produce el sentimiento patrio, que se identifica con la flora, la fauna y las costumbres nacionales. Nada más.
Para adquirir la conciencia nacional es necesario conocer los factores reales de poder que coexisten en el país. Esto es, saber cuáles son las clases sociales y sectores de clases que componen la comunidad nacional; cuáles son sus intereses, derechos y privilegios; cómo se interrelacionan y cuáles de esas clases tienen el control del poder político. Y jamás confundir lo que es el poder formal con el poder real. Tiene que saber distinguir las esencias de las apariencias en las actuaciones de esas clases. Muchas veces quienes dominan y gobiernan no son los que están visiblemente en las instancias del Estado. En ocasiones, estos son títeres, seres manipulados que hinchan su egolatría sirviendo de testaferros de sus titiriteros nacionales y extranjeros.
Es bueno precisar que muchos falsos intelectuales, que son dirigentes políticos, que llegan a escalar posiciones en el Estado y hasta alcanzan la presidencia de la República, nunca desarrollan una conciencia nacional. Por eso los vemos haciendo negocios burdos con la suerte del país, como el general Pedro Santana o Buenaventura Báez, en la historia. Hoy se ejerce sin pudor el clientelismo, el patrimonialismo, la corrupción administrativa, la simulación y el entreguismo a poderes foráneos como métodos de control político.
Nuestro Estado nació hatero, sobre el espinazo del pueblo, y se hizo oligárquico porque nos ha faltado la vital y necesaria conciencia política nacional.

El Nacional

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