Opinión

Quintaesencia

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Del archivo de Artagnan

El doctor Artagnan Pérez Méndez, prominente abogado mocano que ha enriquecido la bibliografía dominicana, puso recientemente a circular su nueva obra  “Del Archivo de Artagnan”.  Es un libro que contiene una miscelánea de creaciones. Tiene una parte con el título  Temas, en que Artagnan reflexiona sobre  conceptos como la Justicia, la Sabiduría, la Nobleza, la Hermosura, la Generosidad, y otros muchos. Y lo hace con una prosa que está impregnada de una pureza de espíritu y un estilo que nos recuerdan al poeta español Juan Ramón Jiménez, en “Platero y Yo”; o al padre del ensayo breve, el francés Miguel de Montaigne; o Baltasar Gracián, en “El Arte de la Prudencia”; o a Erasmo de Rotterdam, en el “Elogio de la Locura”; o al inconmensurable José Martí, en “La Edad de Oro”.

“Del Archivo de Artagnan” es un libro metafórico. Todos los libros son metafóricos de una manera u otra. Pero éste tiene de particular que se ofrece, no como los archiveros verticales, metálicos y de cuatro gavetas  tan comunes en las oficinas, y muy especialmente en las de los abogados, sino como un baúl antiquísimo y actual, refrescante y apreciado, que guarda las joyas de su creación y reflexión.

Más aún, la tapa que descubre, ante los ojos golosos de los estudiosos, el contenido del cofre no es levantada por el autor de los trabajos que se dan a la publicidad, sino por sus hijos, por los continuadores jurídicos en línea directa y en primer grado sucesorio que serán de Artagnan.

 Pero al ejercer el derecho excepcional de recoger en vida esta parte de la creación de quien será su causante, no les importa que sea con colación o sin ella, porque la reciben para ofrecerla, con manos llenas y abiertas, a todos los interesados que gustan de la buena lectura, del placer estético y del enriquecimiento cultural.

Además, como narrador, Artagnan Pérez Méndez tiene publicadas dos novelas: “Al Cruzar el Viaducto” y “El Testamento de don Geraldo”; una buena selección de sus cuentos están publicados bajo el título “Más allá de lo Posible”.

El lector encontrará también  discursos tan graciosos y enjundiosos como el pronunciado por Artagnan en ocasión de recibir el pergamino expedido por el Ayuntamiento de Moca, que lo declara hijo meritorio de esa comunidad. Y apartados como La Balanza de Temis, Escritos de Interés Jurídico, Panegíricos, Tema Religiosos, Poemario y paro de señalar para que el lector descubra bajo su propio disfrute y sorpresa.

La sección Poemario  contiene “La Sinfonía de los Bronces”, que se despliega y hiende el silencio del poeta como  lamento sonoro, como  insomnio metálico, como un jadeo de sombras, como una niebla mañanera.

“La Sinfonía de los Bronces” nos habla con voz de campanas para recordarnos por quiénes pueden doblar, como nos dijera en prosa Ernest Hemingway, y lo hace con un hálito metafísico, cósmico y trascendente. Para muestra un botón: “Ahí está ahora, metido en la tierra / sepulto en mi corazón aún latiendo”, y “Se colgaba la noche del espacio infinito / el bronce de la arrugada barra”.

Con la lectura de las obras de Artagnan, uno se sumerge, a pulmón limpio y sin temores, en las ricas vetas de su existencia. Jamás se exime de salpicarnos con su preocupación de maestro fraterno y generoso, con sus estudios de la cultura hebrea, con sus referencias bíblicas, con su temperamento  jovial, como si en el mundo no existiera problema para él o como si contara, igual que un maestro veda de la milenaria India, con la solución para cada uno.

Esto así porque en Artagnan se encuentran reunidos, sin fisuras ni pedantería, el abogado ejemplar; el jurista talentoso; el doctrinario prolijo; el narrador de prosa ágil, limpia y bella; el poeta de sensibilidad exquisita; en fin, el humanista e intelectual completo.

Ciertamente, así es. Leer a Artagnan es viajar “Más allá de lo Posible” para quedarse, lleno de vivencias, placer y erudición, más acá y más adentro de  uno mismo. Recomendamos, con entusiasmo y esperanzas, la lectura de esta obra.

rafaelciprian@hotmail.com

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