Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

En la sociedad dominicana actual, como negación de períodos anteriores, se está produciendo un despertar de la conciencia ciudadana. Los hijos de estas tierras quieren vivir bajo un orden constitucional. Desean que se garanticen los derechos fundamentales, las normas institucionales y los principios de la democracia. Demandan, en síntesis, que se respete el bien común.

 Las protestas de grupos civiles que reclaman el cumplimiento de mandatos de la Ley Suprema constituyen una expresión de la madurez de sus participantes. Se puede estar de acuerdo o no con sus reclamos y hasta con la forma en que los articulan, pero hay que reconocer la importancia de la actitud asumida. Lo más valioso no es si tienen razón o no en esos planteamientos. Lo que resulta trascendente es que muchos hombres y mujeres están dispuestos a desafiar los poderes fácticos para proteger sus derechos.

 Para movilizar a un pueblo, decía el inconmensurable José Martí, se requiere tener corazón de gigante. Lograr que la gente postergue sus urgencias personales, que en nuestro tiempo son perentorias, para incorporarse a manifestaciones sociales es un hecho heroico. Sobre todo cuando se habla de los valores consagrados en el Pacto Fundamental. Estos valores representan conceptos que generalmente no están al alcance de las grandes mayorías, debido al embrutecimiento en que las mantienen.

 Todos sabemos que los pueblos son sabios. Conocen al ciego durmiendo y al cojo sentado. Gustavo Jung, el discípulo más aventajado de Sigmund Freud, no se equivocó cuando planteó las verdades del inconsciente colectivo. El pueblo es el depositario de los conocimientos acumulados históricamente por la Humanidad. Solo necesita que se presenten las condiciones propicias para reclamar su condición de sujeto social. Las manipulaciones no pueden ser eternas.

 Ciertamente, así es. El pueblo dominicano tiene una historia de luchas y sacrificios en pro de la construcción de una sociedad con justicia social. Busca insistentemente la manera de vivir con un mínimo de dignidad y decoro. No pide mucho. Tiene derecho a que se respete su vocación civilizadora. Y la Constitución que tenemos, proclamada el 26 de enero de 2010, crea las condiciones para el establecimiento del anhelado Estado Social y Democrático de Derecho.

 Los sectores dominantes de la sociedad deben saber que en esta época no se puede manejar a las grandes mayorías como si fueran simples borregos. Vivimos en plena globalización, en la era de la información y en la sociedad del conocimiento. Lo que pasa en el mundo se sabe al instante. Habitamos una aldea global, como señaló Marshall McLuhan.

 Ahí están las claves para comprender la lucha de la sociedad. Exige que el Tribunal Constitucional (TC) comience a funcionar conforme lo establece la Carta Magna. Las fuerzas vivas de la nación vigilan. Y el TC, como guardián de la Constitución, será el gran defensor de las esperanzas populares. No lo malogren.

El Nacional

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