Opinión

Quintaesencia: Globalización y muerte

Quintaesencia: Globalización y muerte

El imparable proceso de globalización que se viene desarrollando a escala planetaria tiene como únicos beneficiarios a los países altamente desarrollados. Y las más perjudicadas son las naciones pobres del mundo. Lamentablemente, es así y no podrá ser de otra manera.

Esa realidad es una draconiana sentencia. Tiene las características de inapelable, vinculante e irrevocable. Fue dictada por los todopoderosos que gobiernan en la Tierra. Ellos despiertan la envidia de los dioses griegos, que solo reinaban en el Olimpo.

Recordemos que esa condición se debe a que los países altamente desarrollados cuentan con una estructura económica industrializada.

Es proyectada con tecnología de punta y administrada con criterios de alta gerencia. Además, son los que crean las innovaciones tecnológicas que ni siquiera llegan a los países pobres.

De esa manera garantizan una eficiente producción, con mercancías que en cantidad y calidad no son comparables con las nuestras. Tienen una gran ventaja al momento de competir en los mercados internacionales.

Sobre todo con la eliminación de los aranceles y la libre circulación de las mercancías, que puso fin al proteccionismo en los países débiles.

Ciertamente, nuestros pueblos no tienen ninguna posibilidad de éxito en el marco de la competitividad de los mercados globalizados. No contamos con la industrialización necesaria que nos convierta en un verdadero país capitalista. Tampoco somos capaces de crear los recursos tecnológicos y científicos que nos permitan incrementar la producción de bienes y servicios de calidad, agregándoles valor.

Solo poseemos materias prima para ofrecer, ya sean agrícolas, manufacturadas o los recursos naturales no renovables, como la minería. O sol y playa. Por tanto, nuestra economía continúa siendo de postres o de servicios o de insumos para las grandes metrópolis, muy especialmente para Estados Unidos de América, que nos considera su patio trasero.

Y como si eso fuera poco, todavía estamos esperando que surja la clase social gobernante. La que debe desplazar a la dominante que sufrimos o que esta se convierta en aquella.

Es la única posibilidad que tenemos para refundar el Estado dominicano y terminar con la corrupción, la impunidad, el clientelismo, el patrimonialismo y la debilidad institucional que nos yugulan como nación.

Para que surja esa clase gobernante, la que inaugurará el orden en la vida pública, y que nos llevará a participar con dignidad en el concierto de las naciones civilizadas, con la inserción adecuada en el mundo globalizado, falta que los actuales sectores dominantes completen la acumulación originaria del capital que vienen haciendo.

Por eso no hemos logrado concretizar el verdadero Estado Social y Democrático de Derecho que proclamó el artículo 7 de nuestra Constitución.

En las condiciones económicas, sociales y política que tenemos, la globalización es la muerte de la esperanza de un futuro mejor para nuestro pueblo.

El Nacional

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