Opinión

QUINTAESENCIA: Poeta y juez garantista

QUINTAESENCIA: Poeta y juez garantista

El poeta siempre es un lujo de la sociedad, y el juez garantista es una necesidad de ese medio social. Una comunidad sin poetas es como una primavera sin flores; pero si esa colectividad carece del juez garantista, está perdida y sin posibilidades de salvación.

La poesía que el poeta descubre y propaga, porque él no la crea, como muchos piensan, hinca sus raíces en lo más profundo, complejo y tierno del entorno en que le toca actuar. Él dice sus verdades, trascendentes y subjetivas, como las abejas que esparcen el polen en el bosque. De igual forma, el juez garantista ni se inventa las normas que aplica ni los derechos fundamentales que protege ni las sentencias que dicta. Solo hace Derecho con la interpretación del orden jurídico existente, y privilegia los valores, principios y reglas expresos o tácitos que la Constitución contiene e instituye.

El poeta realiza sus hallazgos artísticos más relevantes cuando es capaz de vivir poéticamente el mundo, y logra expresarlos con un lenguaje nuevo. Usa las palabras existentes, pero con tropos, metáforas, símiles y otras figuras literarias y retóricas que las dotan de significados diferentes. Parecida transmutación también es propia del juez garantista, porque sabe administrar justicia con un sistema de leyes gastadas e injustas, que las renueva a favor de las personas. Lo logra con su visión y formación académica sustantivas; con su manifiesta sensibilidad social y su vocación de servicio.

La sociedad nunca debe prescindir de los poetas. Si comete ese error, se suicida y condena a sus miembros a sufrir una muerte por asfixia moral, al sumergirlos sin apelación en los sórdidos meandros de la vulgaridad cotidiana. Peor suerte padecería si margina, discrimina, persigue, sanciona y aniquila a los jueces garantistas, debido a que el florecimiento económico, la fortaleza institucional, la seguridad social y la paz pública dependen de las decisiones que toman esos magistrados, ya que son ellos los que apuntalan la seguridad jurídica, la democracia y el clima de confianza que incentivan las inversiones económicas que generan las riquezas, así como las invenciones del intelecto que transforman positivamente las vidas y el país.

Sabemos que el poeta puede embellecer el alma de los que se atreven a gozar de su obra, y es capaz de transformar a un canalla en caballero, que busca su doncella, aunque sea una Dulcinea de El Toboso, o una Beatriz en el infierno dantesco; mientras que el juez garantista le da a cada uno lo que le pertenece, como mandó Ulpiano, y logra transformar a seres humanos embrutecidos, enajenados, rebajados a la condición de objetos y cosas, en personas, en sujetos, en dueños de su destino, preñados de dignidad y decoro.

Nada se parece tanto a un poeta como un juez garantista. Y si viven y actúan en una sociedad atrasada, deformada y envilecida como la nuestra, entonces se igualan en la vocación de mártires por un mundo mejor.

El Nacional

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