Opinión

Quintaesencia: Políticos y oriente

Quintaesencia: Políticos y oriente

Sería de gran provecho para la democracia dominicana que muchos de los dirigentes políticos se den una vueltecita por los países orientales. Y en ese viaje deben estar incluidos los autodenominados apolíticos, que actúan con extrema audacia en la dichosa sociedad civil, debido a que en la mayoría de los casos son más amantes del poder que Maquiavelo.

Estos señores no ignoran que Aristóteles nos definió como animales políticos, por relacionarnos con el Estado, aunque no hagamos vida partidaria. Conocen Las 48 Leyes del Poder, y se hacen los ingenuos para aprovecharse de los verdaderos ingenuos.

En aquella milenaria cultura aprenderían a cómo convivir en estos nuevos tiempos. Y su aprendizaje sería acelerado si se ponen en contacto directo con los actuales grandes maestros de la sabiduría oriental. Y mejor si duran varias semanas compartiendo con monjes en algunos de los variados monasterios de la región. Poco importa la orientación de los fundadores de las escuelas que frecuenten, ya sean budistas, taoístas o confucianas. Con ese aprendizaje, todos saldríamos ganando.

Por ejemplo, los monjes budistas aleccionarían a nuestros dirigentes con los principios del desapego. Así dejarían de sufrir y hacer sufrir tanto al pueblo de Duarte, Luperón y Caamaño con sus ansias de riquezas. A partir de ahí, cesaría en ellos la búsqueda desenfrenada del modo de lograr la acumulación originaria de capital.

Y como no contamos con colonias para explotarles sus recursos naturales, ni con producción capitalista en gran escala para inundar los mercados internacionales con mercancías de calidad, ni con ejércitos invencibles, ni con diplomacia profesionalizada para la dominación política, esa riqueza se obtiene por medio del saqueo de los fondos públicos. Si aprenden de los discípulos de Buda, el Estado dejaría de ser un botín de guerra.

Con los taoístas, nuestros señores de la vida pública comprenderían que todos somos uno, que el Tao es el todo, que lo que daña a uno nos daña a todos, que los imbéciles se creen superiores a los demás, que la inacción crea la acción creadora, que Lao Tse nació y vivió como un joven y sabio anciano, que conocía el mundo sin necesidad de viajar, porque el inconsciente colectivo se hizo consciente en él, y que merece gobernar el mundo el que tiene amor a la Humanidad y se entrega a ella sin limitaciones.

Nuestros dirigentes aprenderían de los confucianos la ética y la moral que deben seguir en sus vidas públicas y privadas. Confucio enseñó cómo gobernar un país sin violentar la dignidad ni el decoro de sus habitantes. Y cómo se hacen eternos los gobernantes que sirven a sus pueblos.

El Dalai Lama o líder espiritual budista y dirigente de la administración central tibetana dijo: “No tengo sentimientos negativos. Yo río, nada más. Practico para absorber la ira, suspicacia, desconfianza ajena y dar paciencia, tolerancia y compasión. Lo práctico”. Ojalá aprendamos esas lecciones.

El Nacional

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