Opinión

Razones de una posición

Razones de una posición

Es de conocimiento general que desde hace buen tiempo Miguel Vargas Maldonado mantiene una ligazón con Leonel Fernández Reyna, presidente del Partido de la Liberación Dominicana, organización ésta transmutada en una corporación política destinada a la compra del poder, el enriquecimiento ilícito y la preservación de la impunidad de sus incontables corruptos.

 Sabedor Miguel Vargas Maldonado de que con la peña que le rodea y  la fama que a nivel nacional le endosa la traición en las elecciones del 2012 no podrá contar con el voto de la mayoría de los perredeistas  para alcanzar la Presidencia del Partido y mucho menos la candidatura a la Presidencia de la República, ha decidido reafirmar su vinculación con dicha corporación a fin de valerse de la “legitimación” y posibilidades que le brinda un gobierno monopolizador de las instituciones fundamentales del Estado. 

Vale decir, a Miguel Vargas Maldonado no le interese un comino serle fiel al ideario y a las expectativas que debieran orientar la actividad del Partido Revolucionario Dominicano.

Sus planes son otros: el ejercicio político desde la presidencia de un partido asociado a esa corporación es, y lo ha sido ya, grandemente redituable. Y en lo que concierne a la candidatura presidencial, su propósito confeso es, apropiarse de ella a través de una Convención cautiva, bendecida por la Junta Central Electoral, y coadyuvar al triunfo de la corporación con un grotesco y mentiroso disfraz de opositor. De seguro que ese comportamiento le será, asimismo, generosamente agradecido.

 ¿No es entonces lógico pensar que en esas condiciones cualquier intento de acuerdo equitativo y honorable de los verdaderos perredeistas  con Miguel Vargas Maldonado es, desde su concepción, una quimera cadavérica? ¿No resulta atinado deducir que tanta pérdida inútil de esfuerzos y de tiempo puede “coger” a los perredeistas y a sus simpatizantes “asando batatas”?

 Enfrentado a esas realidades  llegué a la conclusión de la necesidad de crear una organización representativa de una corriente política que clama por las transformaciones sociales que desde hace buen tiempo olvidaron los partidos tradicionales, sobre todo el partido que actualmente yace en las manos de Miguel Vargas Maldonado y su peña.  Esa conclusión la externé en un artículo publicado el 18 de julio de 2013 en el Listín Diario y en El Caribe. Rezaba lo siguiente: “Los que negocien con Miguel deberían saber hacia dónde van.

El rumbo les puede resultar, si así lo desean, tan beneficioso como a la mayoría de la cúpula peledeísta y a algunos “perredeistas”. Si por el contrario se quiere seguir los pasos del Partido Revolucionario de 1939 y de José Francisco Peña Gómez, será preciso, como única salida democrática, que todos, digo bien todos los que hoy día constituyen la casi totalidad de la dirigencia y de las bases de aquel partido, decidan la creación de un Partido Revolucionario Peñagomista o Auténtico”.

 A los perredeistas que han reaccionado frente a esas ideas haciendo referencias a Jacobo Majluta y Hatuey de Camps y argumentando que quienes se han dividido del Partido Revolucionario Dominicano no han colmado sus aspiraciones, debo puntualizarles lo siguiente: Jacobo Majluta se enfrentó a un líder del carisma de José Francisco Peña Gómez no un Miguel Vargas Maldonado, carente de atractivo y por demás repudiado por la mayoría de los perredeistas.

En cuanto a Hatuey de Camps, una vez más voy a señalar que Hipólito Mejía contaba con mayor fuerza y era poseedor de casi toda la  estructura partidaria. Ahora bien, más importante que esos problemas personales lo son las condiciones que hoy día definen las relaciones de fuerza popular y organizativa entre Miguel Vargas Maldonado y los que representan la fiel identidad del Partido Revolucionario Dominicano.

Vale decir, no es temeraria la idea de la conformación de una organización capaz de levantarse con vocación abarcadora y, por ende, aglutinadora de no pocos sectores que aspiran a un frente amplio orientado a devolverle al pueblo dominicano la fe en una democracia imbuida de la idea de que “primero es la gente”.

El Nacional

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