Opinión

Responsabilidad, no prohibición

Responsabilidad, no prohibición

Por lo general en nuestro país cuando se habla de hacer políticas públicas tendentes a reducir la criminalidad, el debate suele girar alrededor de tres “soluciones” que no resuelven nada: incrementar las penas, modificar el Código Procesal Penal y desarmar a la población. En las últimas semanas la cacofónica tertulia le ha vuelto a caer al tema del desarme, donde se plantea que al quitarle las armas a todos los ciudadanos mágicamente los delincuentes van a quedar desarmados y en lo adelante los crímenes se harán con palos y cuchillos.

La República Dominicana está muy lejos institucionalmente de países como el Reino Unido que sí han logrado implementar la política, más realista y quizás igual o más eficiente es promover el uso responsable de las armas de fuego, las herramientas legales están ahí, lo único que se requiere es aplicarlas.

La semana pasada, mientras el país miraba muerto de la risa apenas otro show entre perredeístas, algo llamativo tanto de ese evento como todos los otros antes protagonizados por el PRD quedó casi sin comentar; la falta de detenidos por disparar en lugares públicos, en muchos casos en dirección a personas con un declarado intento homicida. Es una práctica penada por la ley, pero no solo el Ministerio Público no ha mostrado interés en hacer nada (como nunca lo ha hecho antes) sino que la misma Policía Nacional que estaba presente en el evento prefirió hacerse a un lado y “dejarles ese pleito entre ellos”.

Las cifras son alarmantes. La mayor parte de las muertes por armas de fuego en nuestro país no están ocurriendo por actos de trasfondo delictivo sino por riñas, todo por la cultura del uso irresponsable de ellas como muy bien el PRD recientemente nos dio cátedra. Más aún, la permisividad y la impunidad por esa conducta está institucionalmente enraizada en los organismos llamados a controlarla.

Las armas de fuego no son altoparlantes para llamar la atención, ni cañones de agua para separar turbas, no son un ítem de lujo para lucirles como carteras y mucho menos son fuegos artificiales para coronar una boda o una fiesta. La actitud de tratarles como objetos capaces de hacer otra cosa más que matar es la que conlleva a situaciones de alto peligro tanto para las personas en la zona donde un arma está siendo disparada, como para el mismo que la esté manipulando.

Y debe ser estresado, no solo son mis jocosos amigos perredeistas, desde políticos de todas las banderas, peloteros, empresarios de todas las clases y colores incurren en un comportamiento irresponsable e infantil en el manejo de sus armas y ya muchas personas han pagado con sus vidas las estupideces de aquellos que no saben ser dueños de lo que compran.

Someter bajo estricto escrutinio la aplicación de la ley sobre el uso de armas en lugares públicos o de forma inapropiada en los casos donde una legítima defensa no se puede argüir, y crear una nueva cultura de uso responsable de las armas de fuego, va a lograr mucho más para reducir la violencia que todos los días viene azotando nuestras calles. Solo falta que el Procurador se interese por ello tanto como lo hace en perseguir los bares con Hookahs y la prostitución.

El Nacional

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