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Ricardo Piglia El último lector

Ricardo Piglia El último lector

Leo a Ricardo Piglia y pienso en la proyección universal que ha tenido la literatura argentina, de finales del siglo IXX hasta muy avanzado el siglo XX. Con los nombres de Sarmiento, Eduardo Mallea, Macedonio Fernández, Roberto Arlt, Leopoldo Lugones, Leopoldo Marechal, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Juan Gelman, Manuel Puig, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Ana María Shwa, y ni qué decir del gran Jorge Luís Borges, debe uno concluir que Argentina es en definitiva un continente literario.

Quién es entonces Ricardo Piglia? Pues un aeda que desvela en su libro “El último lector” (2005), los secretos y los mecanismos del arte de la ficción, en los que analiza de manera profunda las poéticas de Poe, Kafka, Joyce, Tolstoi, Cortázar y Borges.

En este hermoso libro encontramos algo interesantísimo. Algo que pocos escritores se atreven a plantear: el mismo se revela como una teoría sobre la lectura.

A partir de cuáles mecanismos la obra de un escritor puede alcanzar parámetros estéticos valorables desde el punto de vista de la ficción.

Cuáles coordenadas traza Piglia para descifrar en detalles las obras de los autores que analiza. ¿Es el sustrato de lo que pude ser un lector imaginario? O lo que es lo mismo, un lector inventado por la concienciadel propio escritor si podemos pensar que el lector es una ficción.

A partir de estas lecturas puede llegar a imaginarse que el escritor es una especie de demiurgo que piensa en sus lectores o que el escritor escribe para sus lectores a los cuales se imagina. Por esta razón es que la idea de Piglia, al proponer la ficción como una teoría de la lectura, tiene cabida en el universo mental de sus futuros lectores.

Se puede colegir que las obras de ficción son portadoras de situaciones humanas universales, comunes entre una cultura y otra con valoraciones propias del ser, sin importar el idioma, sino que se sostienen mediante un legajo de sentido y humanidad.

No en vano, cada obra literaria propone una poética de la escritura, que es transversal a todo buen texto. Se trata de demostrar que el texto literario es quien elige a sus lectores, por lo tanto cada obra tendrá sus futuros lectores, que a su vez son lectores imaginarios.

Sólo esa condición íntima y secreta que se transmite a través de las palabras conecta con los sentimientos y las pasiones de un lector imaginado, un “lector infábula” como dijo Umberto Eco. Un artificio de experiencia vivida y experiencia sentida.

En esa corriente en la que vamos avanzando, también un argentino llamado Ricardo Piglia es un escritor inventado por la obra de Borges. En el caso más extremo, es un lector inventado por él mismo en “Los diarios de Emilio Renzi” por ejemplo. De ahí que la versión contemporánea de la pregunta ¿qué es un lector? Acuña bien con la clave de ese lector inventado por Borges que es “ libertino en el uso de los textos, con disposición a leer según su interés y sus necesidades”.

La plataforma imaginaria y la maquinaria técnica en la que se sostienen los textos borgeanos, requieren necesariamente de lectores imaginarios. Nadie podrá enfrentarse a los cuentos de Borges sin que esas lecturas provoquen un estado de extrañeza mental.

Porque las claves de ese arte tan peculiar en él, sólo pertenecen a un universo de fantasías en la que el sentido del texto es cónsono con los sentimientos del lector. Existe ahí, en esa corriente, una condición íntima y libérrima de la que habla Cortázar, el encuentro secreto entre escritura y lectura. Hermanas siamesas que no tienen paragón en la estética de la creación Borgeana.

Por esa razón se dice que cuando leemos inventamos. Cada vez que leemos imaginamos. De ahí que la lectura también es un acto creativo. Entre ritmo y sentido cabalgamos y avanzamos hacia la creación de la obra propia a partir de las obras que leemos.

Lo imaginario se instala entre el libro y la lámpara, decía Foucault hablando de Flaubert. En el caso de Borges, lo imaginario se aloja entre el libro y esa sensación de infinito que producen las imágenes.

El propio Borges es también un lector inventado, Macedonio Fernández y Marcel Shwob. Por eso llegó a decir: “Mientras muchos se enorgullecen de las grandes páginas que han escrito, yo me enorgullesco de las grandes páginas que he leído”. Pensando en esa frase retrata Piglia los diferentes tipos de lectores en los que se instala tanto él como Borges: “lector adicto, el que no puede dejar de leer, el lector insomne, el que está siempre despierto”. Son a su vez, representaciones simbólicas, personificaciones, a los cuales él les llama “lectores puros”. De paso está el lector visionario. Se lee con diferentes fines, se lee por diversión, por evasión, por conocimiento.

Se lee para descifrar casos como Dupim, el detective de Poe quien va leyendo el periódico de manera microscópica e ir desvelando en detalles las crónicas policiales. También existe el lector inteligente, el que a través de un espejo retrata el alma de sus escritores favoritos. En tanto existe, el último lector: Ricardo Piglia
El autor es escritor.

El Nacional

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