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Salud sexual y reproductiva

Salud sexual y reproductiva

Orlando Gómez Torres

El proyecto de ley que cursa en el Congreso sobre Salud Sexual y Reproductiva, aunque sumamente tímido y plagado de vacíos, es un paso en la dirección correcta para que el Estado de una forma responsable y sensata pueda abordar problemas que van desde los embarazos adolescentes, hasta la salud, la violencia y la criminalidad en el largo plazo. Es penoso e irresponsable por parte de la Iglesia Católica como la evangélica, torpedear un intento realista de conseguir soluciones a problemas que no solo ellas han sido totalmente inútiles de resolver, sino que hoy por hoy han venido alimentando.

Desde hace décadas la República Dominicana ha tenido la urgente necesidad de establecer sus políticas de salud sexual y reproductiva así como definir sus programas de educación sexual en las escuelas. El drama de los embarazos adolescentes, los abortos clandestinos, las enfermedades venéreas y las violaciones incestuosas ya ha pasado una factura social significativa sobre los dominicanos, y el costo económico sobre el Estado y todo el Sistema de Seguridad Social es notoriamente abrumador.

El Proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva es un paso en la dirección correcta para lograr soluciones comprobadas a esos problemas, si bien el mismo luce más como una declaración de principios que mandatos sostenibles en la práctica. Su debilidad radica en su entera dependencia en la falta de mandatos claros a las entidades llamadas a observar sus disposiciones, la falta de dientes para hacer valer sus disposiciones, y su enorme exposición a tecnicismos legales que imposibilitaría su aplicación práctica. Sin embargo, no por ello deja de ser un buen gesto.

No obstante lo anterior, ese gesto que busca aterrizar a nuestro país en el sendero realista para solucionar problemas sumamente graves de nuestra sociedad, ya está siendo torpeado por las iglesias católicas y evangélicas empleando argumentos francamente risibles, los cuales no merecen la tinta que se desperdiciaría refutándoles.

La falta de educación sexual en las escuelas, el tratamiento de tabú de ese tema entre padres e hijos, las dificultades del acceso a métodos anticonceptivos preventivos o de emergencia por parte de nuestras clases desposeídas, entre otras de muchas carencias autoinfligidas nos está generando gratuitamente un problema muy costoso tanto en lo económico como en lo humano.

Ya que el Estado dominicano se ha atribuido obligaciones amplias sobre la educación y la salud de la sociedad, es ahora su deber hacer frente a este problema de forma responsable, considerando las formas y los métodos empíricamente demostrados alrededor del mundo que funcionan para su solución, sin aferrarse al palabrerío dogmático recetado por las iglesias que buscan condenarnos a la misma catástrofe humana que han provocado en el África Sub-Sahariana. Por alguna vez en nuestras vidas, pensemos en el bienestar de la sociedad y no en los supuestos votos de las iglesias.

El Nacional

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