Opinión

San Romero de América

San Romero de América

En el Salvador mataron al profeta Oscar Arnulfo Romero, pero no han podido detener su camino a la canonización. El 24 de marzo se cumplen 38 años del asesinato del profeta de América, por lo que muchos nos preparamos para celebrar la fiesta de este santo católico.

A Romero lo asesinaron las élites dominantes de El Salvador que en la defensa de sus escandalosos privilegios, pretendían ahogar en sangre los más caros sueños y aspiraciones de ese pueblo.
A Romero lo recordamos como un cura que supo, desde el púlpito y en su condición de hombre de Dios, identificarse con su pueblo.

El obispo brasileño, Pedro Casaldáliga dijo que “la muerte de Romero se hizo vida nueva en nuestra vieja iglesia y que por ello nadie hará callar su última homilía”.

La muerte del pastor salvadoreño marcó el inicio de un río de sangre que cubrió todo el territorio del pulgarcito de América.

El pueblo salvadoreño ofrendaba generosamente su vida para sacudirse de una cruel y despiadada oligarquía conocida en ese entonces como “las 14 familias”, quienes en estrecha alianza con el Ejército y los paramilitares escuadrones de la muerte del ex coronel Roberto D’Abuisson ultrajaban a las clases humildes.

Monseñor Romero experimentó entonces un revolucionario proceso de conversión, sus homilías dominicales se transformaron en el evangelio vivo y en buenas nuevas para los pobres, tal como lo predicó Jesús, con una radicalidad que al Maestro de Nazaret le costó la vida a manos de la soldadesca romana.

Romero asumió a su prójimo como su verdadero hermano, llegando a decir que “los pobres me enseñaron a leer el evangelio”. El obispo de San Salvador cayó abatido, en manos de los escuadrones de la muerte, en el marco de una misa que oficiaba en un hospital de cancerosos.

Los sanguinarios asesinos de Romero respondían al podrido interés del Partido Alianza Republicana (ARENA) y a las 14 familias que controlaban los medios de producción de El Salvador y que diariamente eran denunciados por el prelado católico en cada uno de sus encuentros.

En múltiples ocasiones, Romero tuvo personalmente que participar en funerales de religiosos, a quienes los escuadrones de la muerte masacraban en plena labor pastoral, siendo la más dolorosa para el obispo salvadoreño la muerte del sacerdote Rutilio Grande, quien particularmente lo asistía en cada una de las misas que oficiaba y actividades que realizaba.

Monseñor Romero viendo el maltrato a su pueblo decidió confrontar abiertamente a los verdugos de su rebaño.

El Nacional

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