Opinión

Santa Iglesia de hoy

Santa Iglesia de hoy

El 1 de noviembre, la Iglesia celebra una fiesta muy especial que nos debe hacer pensar mucho. Litúrgicamente hablando, celebra la solemnidad de “todos los santos”. El año litúrgico termina con el mes de noviembre. Así lo dan a entender muchos liturgistas, reduciendo la santidad de la Iglesia a los miles de “santos” canonizados a beatificados y pertenecientes a 20 siglos de cristianismo. Pero no podemos reducir a ésos la “santidad” de la Iglesia. Juan Pablo II, en sus 19 años de Papa, canonizó a 256 y beatificó a 757.

1.- En el Credo profesamos  la “Santidad de la iglesia como uno de sus distintivos y atributos y objeto de la auténtica fe cristiana. Y fue Cristo quien le asignó ese distintivo a proclamar ante sus primeros seguidores que tenían que ser “Santos como vuestro Padre celestial es santo. (Mt. 5,48).

Ese lema es para  los cristianos que han vivido y muerto como tales, con recepción y práctica constantes de los mandamientos de Dios y de los Sacramentos de iniciación y crecimiento como el Bautismo, la Confesión, la Eucaristía etc.. Por eso hoy la Iglesia no se limitará a celebrar los “santos” canonizados o beatificados, sino a todos los que hayan vivido y muerto en la auténtica fe cristiana. Y ni siquiera se centrará en los ya difuntos, sino también en los “santos” que aún vivimos como células vivas del cuerpo de la Iglesia actual y presente en este nuestro mundo.

II.- Sin embargo, hay que tener muy presente la denuncia que la Conferencia de Obispos franceses emitiera poco tiempo antes de realizarse en París la XII Jornada Mundial de la Juventud que atestó las calles de la capital francesa con millares de jóvenes. Los obispos franceses juzgan que “está en juego el lugar del cristianismo en la sociedad actual.

Claro  que la crisis afecta principalmente al cristianismo tradicional, al que pone el énfasis en la asistencia “masiva” a las Iglesias a través de las prácticas religiosas tradicionales.

III.- La Iglesia debe ser, ante todo, una encarnación viva del Evangelio y de los medios que Dios mismo puso a disposición de ella para responder a las necesidades de todos. Y Dios, conforme lo predicó y practicó Cristo, “se preocupa menos por lo que pensamos de El que de lo que hacemos por los demás” (Metz). Afortunadamente, la iglesia auténtica de hoy ha incorporado a su conciencia que sólo lo será de verdad si se vuelca hacia los pobres, enfermos y necesitados. Es un realismo que la Iglesia latinoamericana, sobre todo, tiene que vincularlo con Medellín, Puebla, Santo Domingo, la Teología de la Liberación… Y sobre todo tenemos que vincularlo a apóstoles de los “pobres”  como la recién fallecida, Madre Teresa de Calcuta, “la Madre de la Misericordia”.

Claro está que esa “experiencia de Dios” a través del servicio a la sociedad y a los pobres y necesitados de la misma, la están viviendo y practicando centenares de cristianos en cada nación. ¿Conocemos nosotros las tantas y tantas obras Sociales que existen en el país, algunas de ellas desde hace años como La Hora de Dios, que surgió en noviembre de 1967? ¡Felicidades a  esos “santos” que, como la Madre Teresa, se están dando a los pobres!

 

El Nacional

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