Fareed Zakaria (a quien muchos consideran el gurú del presidente Obama) plantea en su libro The Post-American World, que el mundo se dirige hacia un predominio de fuerzas heterogéneas. Las estadísticas y la geopolítica así lo confirman. Y es que el capitalismo exhibe una recomposición de todas sus estructuras alrededor el orbe.
Muchas naciones exhiben un peso específico imposible de soslayar en el ajedrez mundial. Demás está decir que si el gobierno sirio de Bazhar Al-Assad no ha caído, es debido al soporte diplomático de Rusia y China, que consideran que las llamadas primaveras árabes se convierten en verano para sus gobiernos, y plantean una negociación al conflicto de ese país.
Las clarinadas de esa reformulación del capitalismo están dadas por prestigiosos dirigentes que piden a gritos otras reglas de juego. Por eso no parece caer en el vacío el llamado a una nueva reforma financiera mundial que hicieran los ex presidentes Lula da Silva y Felipe González.
El nuevo mapa político es tal, que luciría que las naciones se cambian, de caballo cruzando el rio. Tanto Estados Unidos, prohibiendo a China compra de tecnología, como China, coincidiendo con su archirrival Rusia en el grupo BRICS en la creación de un banco de desarrollo que iniciaría con 50,000 millones de dólares, demuestran cómo han cambiado las cosas.
La dirigencia china desarrolla una diplomacia de una envergadura tan especial que objetó trillar el camino de la confrontación que sigue su socio comercial Corea del Norte.
Mientras que de su lado, la Unión Europea buscar salir de su crisis económica, lo que la obliga a repensarse tanto hacia adentro como hacia fuera.
El mundo parece inmerso en una encrucijada, y en este axioma de fuerzas mundiales, indiscutiblemente que, el horno no está para galleticas.