Semana

Semana Santa pasado y presente

Semana Santa  pasado y presente

En mis años de infancia y adolescencia, durante los días jueves y viernes de la Semana Santa permanecía recluido en la modesta casa de mi familia, escuchando la radio. Esto se debía a mi temprana afición por la música sinfónica, la cual formaba parte casi exclusiva de la programación de las emisoras de la época.

Al placer que me producían las obras de los grandes maestros se unía la elevación espiritual y el recogimiento que emanaba de las piezas de la vertiente sacra que también formaban parte del especial repertorio.

Pocas emociones de mi añeja existencia pueden equipararse a las de aquellos días, en que mi fe religiosa era mucho mayor que el tamaño del grano de mostaza que Jesús dijo bastaba poseer para la salvación del alma.

Asistía en tardes sabatinas a las clases de catecismo que impartían sacerdotes de la iglesia de San Miguel de mi barrio.
Una de las obras que generaba en mí una especie de éxtasis místico, acompañadas de visiones extraterrenas, era el Oratorio del gran compositor dominicano José de Jesús Ravelo.

Mis amigos migueletes, y uno que otro miembro de mi familia, hacían mofa ocasional sobre esa mi temprana costumbre de escuchar lo que todavía mucha gente denomina como música de muertos.

El apelativo de esencia denostativa llegaba a mis oídos generalmente secundados por risas burlonas, que no herían mi sensibilidad; sin embargo, a más de uno que lo utilizó llegué a calificarlo de analfabeto musical.

En esos años la programación de las radiodifusoras con música clásica no se limitaba a la Semana Santa, sino que incluía el día de finados, o de los fieles difuntos, del dos de noviembre.

Era tal el respeto con el que se conmemoraba entonces ese día, que una amiga que nació en la fecha, celebraba su fiesta de cumpleaños el domingo que le seguía.

No creo que haya que señalar que tanto en los días santos como en el de los que habían pasado a la llamada mejor vida, no faltaban aquellos de escasa o ninguna fe, que colocaban en sus tocadiscos música del género popular.

El sermón de las siete palabras, a cargo de sacerdotes de la iglesia católica, por la ausencia de la libertad de expresión imperante en la tiranía trujillista, se limitaba a exposiciones sobre lo afirmado por Jesús durante su pasión, muerte y resurrección.

Tras la caída del régimen dictatorial, los sermones conllevan hoy un contenido de prédica sobre los valores morales y denuncia de los problemas sociales de la nación, y son esperados, y seguidos con interés por la mayoría de la población.

Y es que en el convulsionado mundo actual, con guerras, atentados terroristas, poderío del narcotráfico, inequidad en la distribución de la riqueza en la casi totalidad de las naciones, las religiones constituyen un necesario bálsamo espiritual.

Lo doloroso es que entre ellas hay distanciamientos y enfrentamientos con miles de pérdidas de vidas; incluso en el interior de las diferentes denominaciones de una misma doctrina se producen inexplicables ataques terroristas.

Sin embargo, hay que admitir que la felicidad en los seres humanos es mayor entre los creyentes que entre los escépticos en materia religiosa y los ateos.
He sido testigo de cómo afronta la adversidad una persona que cree en la existencia de un poder superior, y otra carente de fe.

Un amigo afectado por una grave enfermedad neurodegenerativa, al recibir el diagnóstico del neurólogo, le dijo a su esposa que bendecía el padecimiento, porque le daría la oportunidad de tener más rápidamente un encuentro con Jesucristo.

Añoro, con mis ochenta años de edad y mi fe que excede ligeramente las dimensiones del grano mostácico, los años en que pinchaba la mata de piñón de mi vecino, de la cual brotaba clorofila de color rojo. Porque como lo hacía en la sagrada semana, creía ciegamente que era la sangre del crucificado salvador de la humanidad.

El Nacional

La Voz de Todos