Reportajes

Sin control sobre quién se dedica al delito y quién al trabajo

Sin control sobre quién se dedica al delito y quién al trabajo

Por Rafael P. Rodríguez
El Nacional
SANTIAGO: Haití también exporta a República Dominicana algunas sombras de contraste fuerte en medio de sus limitadas esperanzas.

Traen sus contrastes, sus frustraciones y sus sueños bajo la manga.

Unos vienen en buenos vehículos y debidamente documentados.

Otros cruzan “ambá fil”, es decir, cruzados por debajo de la alambrada.

Los primeros tienen holgura económica; los segundos llegan con la ropa que tienen encima.

Tienen, los primeros, los estudios superiores garantizados por sus padres en las mejores universidades privadas.

Los segundos, si han pisado alguna escuela ha sido como damnificados u ocupantes ocasionales de un lugar improvisado.

Un abismo, cuyo nombre es Posibilidad Económica Concreta, separa a ambos grupos sociales.

Los bien posicionados económica y socialmente conforman el estuario de la élite económica de los barrios exclusivos de Puerto Príncipe.

Los demás forman el inmenso ejército de desocupados, desesperados, marginados y casi olvidados haitianos que se amontonan aquí y de aquel lado en espera de lograr la precaria sobrevivencia.

Visitan, los afortunados, las tiendas de la “alta,” se dan su vuelta por los resorts, montan la cómoda yipeta.

Están matriculados en las exigentes carreras de medicina, en sus diferentes ramas, frecuentan las discotecas caras.

La división social es clara, contrastante y contundente.

Reproducen la misma realidad que ofrece Haití en su médula intrínseca.

Unos descorchan los mejores vinos, otros recogen algo de lo que queda en la basura.

La cambiante situación climática ha arrojado graves tormentas sobre el Caribe y las Antillas.

Estos fenómenos se han ensañado contra Haití, que tiene escasa infraestructura segura para enfrentar los huracanes.

Pero también contra Cuba, que con el embargo de más de cuatro décadas y otras dificultades, no ha podido levantar un diseño estructural más resistente a estas tempestades.

Unos se ven obligados a abrazar el comercio de ropas, perfumes baratos, ajo, licores, zapatos y todo lo que cabe en una paca que cuesta entre mil a cinco mil pesos, dependiendo de su contenido.

La de mil o dos mil pesos traen cuestiones específicas como ropa usada.

Las de cinco mil pesos traen de todo en un combo completo de productos de adquisición en los mercados informales llamados las pulgas que tienen su espacio en Santiago y la capital como también en Dajabón y Elías Piña.

Hay algunos casos de prostitución femenina en ciertos lugares

barriales.

Hay choques frecuentes, en ocasiones violentos, por el modo de vida que tienen unos y otros, dominicanos y haitianos, en estos barrios, dadas la desconfianza mutua.

En las zonas rurales, estas contradicciones resultan agudas cuando hay delitos o muertes de por medio.

En la frontera no hay control  sobre quién se dedica al delito o quién al trabajo una vez que un grupo logra entrar fácilmente a territorio dominicano, cuya división fronteriza es una metáfora, no la realidad de una supuesta línea divisoria.

Hay decenas de ONG´s dedicadas a asesorar estas entradas, la búsqueda de oportunidades de trabajo, el movimiento en este territorio, con  financiamiento europeo y de Estados Unidos.

Este no es un secreto para nadie.

Los registros fronterizos no tienen ninguna efectividad y la aprobación de unas reformas migratorias están en lista de espera.

El Nacional

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