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Sobre el amor y la amistad

Sobre el  amor y  la amistad

Leí por ahí, siendo menos joven de lo que soy ahora, que “Amigo es aquel que come con uno una fanega de sal” ¿Podría decirse del acto final del amor, que es la unión de la pareja? Digo eso porque lo creo, que no necesariamente tiene otro que creerlo, sin caer en más especulaciones, si es lo mismo e igual. Usted sabe de lo que hablo, con lo boca arriba y abajo que anda la realidad llamada hombre y mujer.

Como todo lo que inquieta termina por retenerse, ahí se quedó el aforismo en mi cabeza. Ahora vamos a acercarnos si el amor y la amistad son esenciales para una convivencia pacífica.

Pues sí, digo que sí, no importa cómo se lance, cae parado y no en equilibrio. ¿Hasta qué frontera eso es verdad? Pienso que no la tiene. Lo que se piensa mucho es porque hace falta o nunca se ha tenido. El que ha cultivado la amistad, aunque no la tenga ahora mismo, sabe a lo que aludo. Del amor no lo puedo afirmar tanto.

¿Se dura más tiempo en la amistad que en el amor? Podría no amarse toda la vida como también nunca tener amigos de verdad, como cuando se dice: “Ese es mi amigo”, que es menos sospechoso que cuando decimos: “Ese es mi amigazo, cuidado con lo que dice”. ¿Cuál de los dos se ha repetido más? ¡Vaya usted a saber! Y si no lo sabe, no hay problemas.

Ser amigo. Amar a alguien es más simple de lo que cualquiera puede imaginarse. Nada más hay que serlo. Si usted lo ha sido, ¡Felicidades! “¡Usted ganó, ganó, ganó!”. Como decían en un programa televisivo de hace años, de la televisión local. No voy a hablar si soy amigo o he amado a alguien, que si soy amigo porque me hicieron un gran favor, o el amor me encontró en el camino y viéndome cara de “yo no fui”, dijo: “¡He aquí mi candidato para esta temporada de primavera!”.

A los dos planteamientos anteriores le estoy agradecido. Es más fácil de lo que cualquiera cree demostrar si se es o no amigo, o se ama con locura y es correspondido. Con el amigo no se pierde la cabeza, con el amor, sí. Con un buen amigo se coge cabeza no para tener dos, sino para usar una y otra cuando conviene para la vida diaria, para la opinión política, para las creencias religiosas y mil cosas más, que prefiero quedarme con esas tres, por comodidad del perfecto haragán.

Cualquier homo sapiens sabe lo que significa el amor y la amistad, que sin ellos el camino es más intransitable de lo que se puede imaginar. ¿Se mide la amistad por el tiempo conociéndose, compartiendo, jaraneando, como cuando se es muy joven? Son etapas que se viven, que se recuerdan como nos trate la vida. ¿Lo mismo podría decirse del amor? ¿Se puede amar toda la vida, a cada paso, a cada aliento? El amor por ser, según la mitología griega, un muchachito que porque tiene cara de travieso se cree que no ha crecido, que oculta debajo… todo lo que el mundo sabe.

Como se entiende muchas veces al amar, a la amistad, no voy a decir si estoy o no de acuerdo. No es mi opinión la que cuenta. Tampoco diré si es el que está enfrente de la página. Amar es muy interesante para dañarlo con una palabra que cada quien se sabe de memoria cuando recuerda que no fue, no es correspondido. Pero no deja de ser amor.

Cultivar, como el viento, las olas, la amistad y el amor prolongan la vida bajo todas sus contradicciones, todas sus amenazas, todas sus violencias, al fin y al cabo se trata de nosotros, los “complicados” del planeta, es como que no haya problemas que resolver en la vida. Aburrida e insoportable sería, a saber, cualquier convivencia.

Todo lo antes dicho es para jugar, que sin la amistad y el amor, con sus consecuencias, consigue ser lo que es, que no sé lo que es, eso lo sabe cada quien, y no nada más el que es amigo o ama, que no va a tener nada que lamentarse cuando piense que no lo ha tenido o ha sido abandonado por ellos.

La amistad y el amor son hermosos dones de la convivencia. No se consiguen sin darlos. Es lo mágico de ellos.
El autor es abogado y escritor.

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