El 20 de Julio, justo el día de mi cumpleaños, se estrenaba en la mayoría de los cines norteamericanos la película El Caballero de la Noche Renace. De repente, como en un sueño, la confusión se adueñó de todo; los protagonistas, los legendarios Batman y Robin, y todo el elenco secundario, pasaron a ser menos que extras en el filme. Un sicópata endemoniado hizo con la inocencia de ilusionados cinéfilos, una crónica atroz.

Aunque todavía no se sabe a ciencia cierta la injustificable razón que llevó a James Holmes a cometer el espeluznante hecho, sí es fácil colegir que esta acción energúmena que hoy enlutece al conglomerado estadounidense, es consecuencia de los vicios malditos que arrastra la permisividad indiscriminada para la compra y uso de todo tipo de armas y explosivos. ¿Acaso esa no es una forma de fomentar la autodestrucción de una potencia en inevitable decadencia?

Conjuntamente con las inescrupulosas armerías, al irrevocable declive lo favorece la inmoralidad de algunos cuantos bancos los cuales son sospechosos de, por medio de un masivo fraude financiero, provocar la actual crisis económica que afecta la nación. La conexión entre las corruptas entidades bancarias y el joven Holmes, es Robert Holmes, su padre, un brillante matemático quien supo de las ilícitas transacciones a través de un programa informático.

El Anti Banksters, sistema creado por Robert, virtualmente localizó hasta el último centavo de los 21 mil billones de dólares que los malvados magnates se robaron. Aparentemente, buscando impunidad, los ladrones tratan de chantajearlo con su hijo.

Si bien es cierto que la dramática y alevosa suposición podría usarse cómo trama cinematográfica, y más si hablamos sobre los ignorantemente glorificados Estados Unidos, la ambición anárquica que corrompe a muchos en este país, fruto de una prédica cuasi nula de valores, me conduce a deducir que los banqueros bien pudieran ser los autores intelectuales de la horrenda matanza.