Reportajes

SOLIDARIDAD EN EL CAMINO

SOLIDARIDAD EN EL CAMINO

E Nacional
El dinero no compra nada, nadie te pasa por delante con esos ruidos letales que  colapsan el sistema nervioso, no hay temperatura que te pueda desollar la piel,  no hay macanazos, ni lacrimógenas ni intercambio de disparos.

No hay apenas noticias, no funcionan los celulares ni la televisión, el cielo abunda en luminiscencias al despedirse el día y los escándalos políticos urbanos merman hasta lo indecible.

Los días claros son una bendición insuperable y los de niebla le otorgan una belleza misteriosa a la penumbra.

Cualquier incidente pasajero es la excepción. No es el Paraíso que alguien soñó alguna vez.

Ese lugar  que puebla los textos sagrados está tan cerca de cada quien que muy pocos lo notan una vez en su vida.

El Infierno se halla distante y suficientemente resguardado pero cualquiera lo puede sentir con sólo mirar la tele o salir a la calle en el momento equivocado.

Todas estas ausencias en medio del bosque, bajo las noches de fogata y cuentos y jengibre obligan a una solidaridad  y una fluencia de gestos que estuvieron dormidas.

Una primera visita a estos escenarios formidables impresiona para siempre.

Tras ese fulgor inaugural hay el riesgo de persistir en nuevos intentos.

El médico José Díaz ha sido una víctima del cautiverio que provoca venir a este lugar diferente de los conturbados espacios urbanos.

No ha podido desprenderse del primer día y ya lleva 27 visitas al pico Duarte y a sus inmediaciones, sin excluir El Tetero.

Interrogado a quemarropa sobre cuándo terminará esta “locura” y en conocimiento de que la pregunta es formulada como tentación, se decidió por intentar una sonrisa y acto continuo, callar.

Esa respuesta debe traducirse: no hay una última vez.

Por cierto que él hasta ha anunciado la posibilidad de dejar ya a un lado esa manía de venir a recrear en dramas brevísimos acontecimientos históricos dominicanos y que lleva a un escenario improvisado cuyos actores son los mismos visitantes que trae a estos momentos de frío ambiental y de calor humano.

No hay remedio para ese síndrome.

Siempre lo llama la montaña con sus lomas encrespadas, sus caminos arenosos y sus ríos poblados del rumor de sus corrientes transparentes.

José, que tiene serias inquietudes sobre cómo marcha la sociedad dominicana hacia un posible y quizás inminente derrumbe ético y hacia la convulsión social en razón de la pérdida creciente de los  caros valores, se cuida de traer cada año gente que no le haga avergonzar.

Es uno de esos seres que conocen todos aquellos otros “locos” que organizan visitas a estos escaparates hoy internacionales.

Vienen chinos, malayos puertorriqueños, alemanes, italianos, sudamericanos, boys scouts, montañistas viejos y jóvenes, niños que corren y otros que llegan en brazos de sus padres

Viene gente de todos los lugares, en grupos, en parejas, a pie, a caballo, en mulos, cansados, alegres, “explotados” por el cansancio,  poetas, coristas, todos caben.

Cualquier espacio es todos los lugares.

El Nacional

La Voz de Todos