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Protestas y partidos

 

Desde que los sistemas de justicia de Brasil y los Estados Unidos pusieron al descubierto los sobornos de Odebrecht, a cambio de la adjudicación de contratos para la construcción de obras públicas en varios países, incluida la República Dominicana, un segmento significativo de la sociedad se ha levantado contra de la corrupción.

Este caso y el de la fabricante de aviones Embraer, otra multinacional brasileña que pagó soborno en nuestro país para la negociación de 8 de sus modelos Super Tucano, han colocado al Sistema de Partidos de la República Dominicana en uno de los peores momentos de su historia.

Tanto han impactado los sobornos de Odebrecht que muchos han llegado a creer que las olas verdes de los movimientos sociales se convertirán en un tsunami que arrasará con los partidos.

No creo que los vientos huracanados de Odebrecht podrán borrar a los partidos políticos del mapa de la democracia. A quien si pueden arrancar del poder es al Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Por tal razón, a quienes sufren o celebran estos infundados temores es conveniente recordarle que las protestas sociales son una forma activa de participación política de la sociedad civil, con la cual, como dice Robero Gargarella en su Carta abierta sobre la intolerancia, “necesitamos garantizar (nos) de forma permanente la posibilidad de objetar las acciones del gobierno, de mostrar sus flancos débiles, de exigir y reclamar que cambie su rumbo, que tome ciertas medidas, que deje de llevar adelante ciertas acciones”.

Las tardías protestas que se vienen produciendo en nuestro país, motorizadas a través de las redes sociales, forman parte de los movimientos del siglo XXI, como el llamado Movimiento 15-M o movimiento de los indignados, que surgió en Madrid en contra de los bancos, las grandes corporaciones y las élites políticas.

La razón por la que estas protestas parecen extrañas, y hasta amenazantes, es porque las habíamosolvidado, debido a que durante doce de los últimos 13 años que ha gobernado, consecutivamente, el hegemónico PLD, se encontraban dormidas en el baúl de los recuerdos de nuestra democracia.

Se puede asegurar, sin temor a equivocación, que los vientos huracanados de Odebrecht no borrarán del mapa de la democracia a los partidos políticos. En cambio, si puede arrancar del poder al PLD.

El partido de Juan Bosch, que proclamó que la sociedad dominicana se dividía entre corruptos y peledeístas, cumplirá el 16 de agosto del 2020, 16 años consecutivos en el poder, con un control total de los poderes clásicos y los extrapoderes del Estado.

Esa falta de alternancia es la principal causante del profundo deterioro de la institucionalidad política y de la administración pública.

Los anteriores señalamientos deberían ser motivos más que suficientes para que los partidos de oposición y la sociedad civil, cada cual desde su espacio de participación democrática, se unan en una gran marcha hacia la alternancia en el poder, convencidos de que el fin a la impunidad solo será posible cuando, el 17 de mayo del 2020, le pongamos fin a los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

El Nacional

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