Opinión

Sun Land

Sun Land

Como suele ocurrir en este país, el tema de la Sun Land, después de estar encaramado en la cima de las expectativas ciudadanas, se diluyó bajo las fuerzas de desplazamiento del siguiente escándalo. En esas nos la pasamos, suponiendo que el destape de ocasión será el definitivo para hacer que algún día el peso de la ley deje de recaer exclusivamente sobre los desarrapados sociales. La ilusión es vana y efímera.

 Cuando todos creíamos que Sun Land eran palabras desalojadas del diccionario local, el ex presidente de la SCJ, Jorge Subero, se encargó de restablecer su nivel de vigencia.

Todo lo que dijo era de intuición generalizada para quienes conocen cómo se tejen los hilos del apañamiento en un Estado sin institucionalidad como este, pero fue tal la intrepidez negativa de su retórica, que no pudo evitar provocar un pésimo sabor en el aliento nacional.

Un protagonista estelar de los acontecimientos se explayaba con afirmaciones que no podía ignorar en el pasado y respecto a las cuales guardó un silencio que se agrava con las palabras del presente.

De ser cierto, como se sospecha con sobradas razones, lo que ha dicho hoy, que el fallo se dictó por presión, que es una mala sentencia, pero una buena decisión transaccional, debió denunciarlo en su oportunidad, o tener la dignidad de callarse para siempre.

La conclusión es sencilla. Imposible desvincular el mutismo de ayer con propósitos personales, como los afanes por preservar el cargo o, en la misma lógica de razonamiento, separar las palabras de hoy con el fracaso en la consecución del propósito señalado. Ninguna de las dos cosas resulta honorable.

Hoy, todos, a partir de unas declaraciones tan desafortunadas, tenemos derecho a suponer que las mismas no se habrían producido de su autor haber continuado siendo presidente del más alto tribunal de la república. Eso, lo coloca, de forma ineludible, en una posición que incluso lo descalifica de forma retroactiva para las elevadas funciones que durante tanto tiempo desempeñó, sin que nadie pueda asegurar que no estuvieron signadas por idénticas características a las denunciadas en la actualidad.

Nadie que se mueva en esferas tan altas del poder político puede ignorar las terribles presiones a que estará sometido de forma permanente. Colocarse por encima de esas manipulaciones y actuar de conformidad con la ley, el derecho y la equidad, es el deber de quienes lo hacen con irrenunciable sentido del decoro.

El Nacional

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