Opinión

¿Temblará la tierra?

¿Temblará  la tierra?

Si el mundo no se ha caído con elección de un Papa latino, el brexit, el rechazo al primer acuerdo de paz del Gobierno colombiano con las FARC y la victoria de Donald Trump, ¿lo haría con la difusión de las delaciones premiadas de los ejecutivos de Odebrecht? De verdad que el caso se ha tornado de lo más excitante. ¿Qué pasará cuando la justicia de Brasil divulgue las delaciones premiadas con nombres y apellidos, si es que lo hace, sobre los sobornos y financiamientos a las campañas electorales de partidos y candidatos dentro y fuera de la nación? Ni las películas de Alfred Hitchcock han creado tanto suspenso como el desenlace del mayor escándalo de corrupción destapado en la región desde que el Tío Sam dejó de patrocinar golpes de Estado, proporcionar recursos económicos e imponer gobernantes.

¿Sería mera casualidad que el detonante de la presente cruzada sobre las operaciones ilegales del poderoso consorcio brasileño comenzara en Estados Unidos? Tal vez sí, tal vez no. Aunque procede la salvedad de que de la misma manera en que se ha condenado la injerencia de Washington en los procesos internos de estos países, de esa misma forma se tienen que censurar los métodos sucios de la constructora brasileña para aupar candidatos y partidos políticos que garanticen sus beneficios y no el bienestar de las naciones.

El escándalo Odebrecht tiene muchas cosas buenas. Una es que ha sacado a relucir la podredumbre en los sistemas políticos. Otra la necesidad de una Justicia más independiente y competente para procesar y no encubrir a sospechosos de corrupción, sin importar su jerarquía.

En la presente tormenta Perú se ha erigido en un luminoso referente por la prontitud con que han encontrado indicios que comprometen en acciones dolosas a los expresidentes Alejandro Toledo, quien se habría embolsado 20 millones de dólares en sobornos; a Ollanta Humala y Alan García.

Pero el caso es que las confesiones premiadas tampoco se pueden tomar como una sentencia contra los políticos, funcionarios y exfuncionarios mencionados. Sin importar incluso que las evidencias no dejen la menor duda al respecto. Las delaciones tienen que investigarse a fondo para actuar en consecuencia, evitando de esa manera que un expediente pueda caerse por falta de sustento.

Lo más probable es que algunos de los imputados digan toda la verdad, pero si no se verifican las pruebas no se está en nada. Y también es probable que otros para salvarse declaren lo que es y lo que no es. Con ese panorama hay que ser cauto sobre los efectos de la tormenta que se ha anunciado con la difusión de las delaciones premiadas de los ejecutivos del consorcio.
La montaña puede parir un ratón.

El Nacional

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