Opinión

Testigos de cargo

Testigos de cargo

Seleccionar, recopilar y recoger lo mejor de una vida, de un momento, o de la propia historia, podría convertirse en una “guirnalda de flores”, como expresó el poeta sirio de voz griega, Meleagro de Gádara (Siglo II, a. de C.), si el propósito de la selección —o colección— contiene el rigor de entretejer, más allá de los tópicos, una fundamental esencia temática y, con ella, las significaciones cardinales de unción y correlato en el material escogido.

Es decir, aquello que movió a Meleagro para tejer su “Stéphanos” (guirnalda de flores), su famosa recopilación de epigramas griegos y que, posteriormente, sirvió para registrar las claves y aperturas de las antologías —principiando por la Palatina—, no fue más que la de construir una totalidad nueva a partir de producciones provenientes de uno o diferentes autores, pero unidos éstos —o sus objetos lúdicos— a través de épocas, contextos, coyunturas, discursos y estéticas análogas. Lo esencial, por lo tanto, de cualquier antología de valor, reside en el rigor del material seleccionado y su trascendencia frente a la historia.

“Huellas de la Guerra Patria de 1965 (Cuentos y relatos)”, una selección narratológica de Miguel Collado y Eric Simó que remueve —sin duda alguna— uno de los episodios bélicos de mayor relieve en la historia de la República Dominicana, presentada por la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, recoge textos de Manuel Rueda, Miguel Alfonseca, Antonio Lockward Artiles, Armando Almánzar, Iván García, Diógenes Valdez, Jeannette Miller, Lipe Collado, José Alcántara Almánzar, Enriquillo Sánchez, Roberto Marcallé Abreu, Fernando Valerio Holguín y Rafael García Romero, que tocan como testigos de cargo el escenario, el dolor y la esperanza de ese paréntesis de gloria que fue la Revolución de Abril de 1965, un episodio que fragmentó, no sólo el discurso de lo nacional, sino que marcó una división generacional en nuestros movimientos estéticos.

Por eso, hablar, contar, versificar, ilustrar, construir, crear —al igual que gobernar—, si guardan una sentida relación con aquél trágico y memorable evento bélico, operan significantes que inciden en este hoy, porque aquel mes de Abril lo llevamos a cuestas como una sombra, como una luz, como una frustración y como un rencor, pero siempre como una huella, como una furia que se transforma constantemente para asustarnos o resplandecernos.

Cuando escribí el relato “Junio 15” (que figura en esta antología), evoqué un episodio que viví junto al Maestro Ramón Oviedo, al ambos salir del cine Santomé bajo el bombardeo de aquel día., que convirtió las vetustas calles de la ciudad colonial en encrucijadas de muerte y pavor.

Y al igual que el 15 de junio, los días y meses que conformaron la Revolución de Abril fueron quimera, irritación y redención. Y eso fue lo que Miguel Collado y Eric Simó recopilaron en “Huellas de la Guerra Patria de 1965 (Cuentos y relatos)”: una antología para conocer la visión dolorosa que vivimos hace 52 años y alertarnos sobre el futuro que abrió al país aquel evento.

El Nacional

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