Los carteles colombianos ya escalaron parte de la pirámide político-social de nuestro país. Y hay que decir que también parte del aparato militar-policial. La droga de Colombia entra y sale como perro por su casa. En una isla pequeña, sin oportuno apoyo logístico, esto sería misión imposible
Los carteles mexicanos están siendo combatidos a muerte por las autoridades de ese país. Un baño de sangre genera mucho ruido, a los Capos no les gusta el ruido, buscarán rutas alternativas, seguras y tranquilas. El Caribe es una de ellas. La fragilidad institucional y los niveles de corrupción de nuestro país son las llaves que abren las puertas a esos carteles.
Dada la situación mexicana, es dable estimar que en un futuro cercano tendremos un sustancial incremento del tráfico y, por ende, del consumo que incidirá en el incremento de la violencia y la delincuencia. A mayor tráfico, mayor consumo, y a mayor consumo más violencia
La cantidad de adictos, menores de 12 años que buscan ingresar a los Hogares Crea ha aumentado escandalosamente. (Mientras tanto, el gobierno permite que desalojen el local de Hogares Crea en San Pedro de Macorís).
Un drogadicto mató a su abuela-madre y a su hijita e hirió el otro hijo y a la esposa. La seguridad ciudadana es ya un recuerdo.
Aunque no se quiera admitir, los episodios de violencia ligados a las drogas son alarmantes. Si llegan nuevos carteles, Dios nos coja confesados.
El narco llego hará lo que tenga que hacer para quedarse. Permeó las Fuerzas Armadas y la Policía, también a una parte importante de los negocios, sobre todo bienes raíces, y atrapó instituciones oficiales y parte del funcionariado. Todo esto, repito, bajo el tétrico manto de la corrupción y la impunidad.
Estamos perdiendo la batalla y, al paso que vamos, perderemos la guerra, una guerra que nos costará aun más si no recomponemos el país.
O nos sacudimos, o en poco tiempo seremos un verdadero Estado fallido. ¡Quizás ya lo somos y no lo sabemos! Estamos al borde del abismo. Demos un paso adelante.