Opinión

Tiempos de desagravios

Tiempos de desagravios

El papa Juan Pablo II pidió perdón a nombre de la Iglesia Católica por “los pecados de intolerancia” cometidos durante la Inquisición entre los siglos XII y XIX; más de 50 años después del Holocausto, un canciller alemán pidió disculpas a los judíos por ese genocidio contra el pueblo hebreo. El papa Francisco, además de duras críticas, pidió perdón y procede con drasticidad contra la pedofilia, las violaciones y otros graves pecados de algunos dignatarios de su iglesia.

El Presidente de Estados Unidos, aunque no pidió disculpas, fue a Hiroshima en una actitud humilde ante Japón por el daño causado y los miles de muertos con las bombas atómicas al final de la Segunda Guerra Mundial.

El Presidente colombiano recientemente se excusó por los asesinatos de muchos izquierdistas de la Unión Patriótica, cuando el Estado tuvo alguna responsabilidad en esas muertes durante las décadas de los 80 y 90.

Se nota en el liderazgo mundial una actitud racional y consciente que induce a reconocer los errores del pasado y a pedir perdón a los afectados, no importa el tiempo del daño causado. Esta disposición evidencia un alto nivel en el desarrollo del pensamiento humano. Denegamos la barbarie, los abusos, la injusticia y la irracionalidad de nuestros antecesores.

En meses pasados la OEA se disculpó con la República Dominicana por validar la intervención de los Estados Unidos en 1965. Sin embargo, faltan desagravios importantes al pueblo dominicano. Presente en el país cuando la disculpa, el secretario de Estado, John Kerry, se hizo el desentendido y habló sobre la crisis de Venezuela, pero debió también desagraviar al país. La OEA de ese tiempo solo hizo el juego a la decisión unilateral norteamericana para intervenir.

La sociedad dominicana no escapa a esta sensata corriente universal. El actual jefe de la AMET pidió perdón a las personas maltratadas y también perdona a quienes han ofendido sus agentes. El cardenal López Rodríguez, igualmente pidió perdón “por cualquier ofensa o malestar causado”.

Los militares dominicanos, utilizados por Trujillo como instrumento para mantener un régimen a base del crimen, la represión y el abuso; participando en el derrocamiento de un gobierno democrático en 1963 y solicitando una intervención extranjera en 1965, y en vez de enfrentar a los interventores, acogiéndolos en sus cuarteles, hicieron un gran daño a la sociedad dominicana.

También estuvo mal su papel represivo de 1966 a 1978 y entre otras actuaciones, el final injusto que se dice, dieron a Manolo Tavárez y al coronel Caamaño.

Es tiempo que en alguna forma, los militares dominicanos se sumen a esta actitud del liderazgo mundial. El reconocimiento de los daños causados por los errores del pasado es un desagravio que se merece la sociedad y la solidez de la democracia dominicana.

Más que un mirar hacia atrás para remover innecesariamente heridas del pasado, es reconocer errores cometidos, crear confianza y plantear el compromiso para no cometerlos jamás.

El Nacional

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