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Toques

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Transitar a pies o en vehículo por las zonas aledañas al Estadio Quisqueya es muy inseguro y peligroso.
Durante el día es muy complicado y si hay juego el caso es peor.

Por la avenida Tiradentes, lado oeste del estadio, el tránsito es casi imposible, por la imprudencia al conducir de guagüeros y choferes de carros públicos. Es caótica la situación que se agrava con la oscuridad y con la dificultad de caminar provocada por los pregoneros de gorras, boletas y otros artículos alusivos al béisbol.

Por el sur, lado de la avenida Coronel Rafael Fernández Domínguez, la situación es supremamente crítica: motoristas que te llevan hasta el alma y si hay juego,
el fanático que va en su carro al estadio tiene que enfrentarse a las reglas, los abusos y a las insolencias de medio ciento de “parqueadores” que lo controlan todo y que se han creído ser dueños del área.

Que nadie crea que por la avenida San Cristóbal, por el lado norte, la cosa es mejor, pues esa vía es para hombres: motoristas igualmente imprudentes, vehículos estacionados a ambos lados que hacen una odisea llegar sin problema al interior del Estadio.
Y como si lo anterior fuera poco, por la avenida Pepillo Salcedo, lado este, en el triángulo (área verde) que se forma con el final de la avenida Arturo Logroño, lo que era el bello parque del Seguro Social o del hipódromo Perla Antillana, con su gigante busto al caballo de carrera Dicayagua, cuya estatua desapareció del área, ha sido convertido en cisternas para llenar por lo menos medio centenar de camiones que venden agua en la capital, los cuales utilizan esa zona por 24 horas. También hay lavaderos de carro en plena vía.

Agregue a ese laberinto endemoniado un mercado público que han instalado individuos con camionetas llenas de víveres y frutas que hacen mas imposible el tránsito, detrás de la Defensa Civil, y las aceras ocupadas por vendedores de zapatos usados, más los cien pesos que te exigen los clásicos “padres de familia”, para permitir el estacionamiento allí.

En ese entorno solo existe un poco de claridad que llega desde el alumbrado del play. ¡Qué maraña! En pleno siglo 21.
Resultados “conocidos” de las últimas tres semanas: un muerto a balazos, una señora despojada de su yipeta, dos carros robados y los vehículos rotos no hay quienes los cuente.

Ante la realidad de este desorden ¿es esta situación irremediable para el nuevo alcalde de la Capital y para la Liga
de Béisbol? No lo creo.

Hasta ahora ha faltado la voluntad y la decisión de ponerle fin a este mayúsculo desorden de inseguridad que cada día se agrava, y que ha alejado a los fanáticos del espectáculo, que prefieren quedarse en su casa y no correr tantos riesgos producto del incumplimiento de la ley y de la permisividad de las autoridades.

Ni la Alcaldía del Distrito Nacional ni la Liga de Béisbol (LIDOM) ni la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) ni la Policía Nacional (PN) han querido enfrentar
la situación.

Todos son corresponsables del caos y del alejamiento de los fanáticos del estadio. Eso amerita solución.

El Nacional

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