Opinión

Torpe diplomacia de conflictos

Torpe  diplomacia de conflictos

Jugar a la política, instrumentada u oportunista, en los asuntos de orden global nunca ha sido una buena idea. Y la diplomacia dominicana parece no haber estado a la altura de los acontecimientos –artifíciales o auténticos-, que envuelven a la Organización de Estado Americanos (OEA) y Haití, vecino inevitable, un tanto necesario por la dependencia laboral y comercial con esta pobre nación. ¡Ojo! Cuidado con el efecto boomerang.

La proximidad de las elecciones pone en tela de juicio el comportamiento del canciller Navarro, torpe y carente de sentido en todo caso, en torno a las conversaciones con la OEA, respecto al llamado Plan de Regularización de Extranjeros, enfocada más bien en la población haitiana que vive en el país. Crear una corriente de opinión apelando a un sentimiento chauvinista, unificador, es tan viejo como ineficiente ha sido tratar de reeditar esta fórmula, harto conocida y dañina por la secuela divisionista, ahora con un sello político inocultable.

Pudo ser creíble y aprovechable en tiempo en que los perros se amarraban con longaniza.

La diplomacia, esto es la política, tiene en los foros internacionales un escenario comparable al teatro de la guerra. Ambas acciones demandan pericia y experiencia. Improvisar resultará desastroso. Si a ellos se añade apresurar los pasos para inventar enemigos y conflictos donde no los hay, la cuestión puede complicarse y volverse en contra de los artífices del plan.

Para los gobiernos militares argentinos, desacreditados y rechazados a comienzo de los 80, invadir las Malvinas fue una metida de patas que puso fin a una década plagada de desaciertos, corrupción, impunidad y convulsiones sociales. Con la humillante rendición de las fuerzas argentinas el 14 de junio de 1982 también quedó eliminado el poder militar.

Refutar declaraciones de la OEA, mal entendidas o retorcidas, de manera destemplada, nada elegante, no habla bien de la diplomacia de un país que lo que menos necesita ahora es descomponer y someter los niveles de confiabilidad que se han ido recuperando y acreditado en el mercado financiero global.

En este aspecto, tampoco sirve para disimular la gravedad de escándalos, como los de los Tucano, Odebrecht, el ex presidente Lula Da Silva y la plantas a carbón que comprometen seriamente el prestigio internacional del gobierno.

El Nacional

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